Blog personal de Sergio Madrigal donde encontrar textos sobre ciencia y tecnología, psicología, cine y literatura y quizá alguna cosita más.

Categoría: Humor (página 2 de 3)

Hola, me llamo Inigo Montoya

Leyendo microsiervos he llegado a esta noticia tan chula. Thinkgeek (una página para mentes pensantes) ha ideado esta etiqueta para esas fiestas que requieren que pongas tu nombre.

Lo gracioso es que hace referencia a una frase de una película que me ha traído estupendos recuerdos: La Princesa Prometida. Si no la habéis visto, ya estáis tardando.

He aquí la famosa frase:

La versión en ingles también recomendable: [Link Youtube 1:59]

Hola, soy Iñingo Montoya

Es curioso que Iñigo Montoya pierda su rabito de la ñ al traducirlo al inglés…

Siempre puede ser peor…

Si tienes un mal día, si las cosas no te funcionan como toca, si el ordenador se te cuelga más de lo normal y te entran ganas de destrozarlo, si odias al tipo de enfrente que es un vago… siempre puedes pensar que hay mucha, mucha gente como tú.

Relax, las cosas, con paciencia, terminan por solucionarse.

Y si no, siempre nos queda recurrir al Homo neanderthalensis que llevamos dentro:

Especial atención al tío de la impresora y el efecto «toner splash».

Esclavos de las modas

rombos

Uno de los artículos de Política de Telecomunicaciones habla de la tremenda aceptación que está teniendo en Gran Bretaña la aparición del iPhone.

Para los que no viváis en este planeta, os cuento brevemente que el iPhone es el terminal móvil que ha sacado la empresa Apple (si, la de los iPod’s) y que es lo «más de lo más» en cuanto a vanguardia de pijadas.

Todo esto viene a que estamos tremendamente sujetos a lo que la sociedad dictamina que está de moda o no. El caso particular del iPhone es todavía más clarificador puesto que a sus limitadas características (en Inglaterra no ofrece conectividad Wi-Fi) hay que sumarle que sólo se pueden instalar aplicaciones que venga de la propia Apple.iNC (Olvídate de Tom-Tom’s navigators, reproductores de DivX…) y pese a todo, es el teléfono más vendido (ojo al dato) de la historia.

Estamos programados para que algo nos guste independientemente de la calidad del producto.

Y si, ando mosca, pero no por el iPhone, sino porque estoy harto de ver pasar por mi facultad a chicos/as con los jerseys de rombos…

Porque estén más de moda NO SIGNIFICA que sean menos ANTIESTÉTICOS.

Una de acertijos…

Bueno, ahora que tengo un poco de tiempo y como lo prometido es deuda, voy a contaros una bonita historia cuyo final tenéis que dar vosotros a conocer.

En los oscuros años de la Edad Media uno de los reyes españoles dictaminó un real decreto por el que debían ser ejecutados todos los presos de una de las cárceles que tenía el reino. El cruel monarca envió con tan horrendo mensaje a un emisario para que el Conde de Sevetavinal encargado de la prisión obrara en consecuencia. Cuando llegó a oidos del Conde un profundo pesar le embargó, pues era conocido en todo el reino por su extremada bondad. Viéndose abocado a tan terrible designio decidió concederles a los presos, puesto que así le era permitidio por su grado de nobleza, una última oportunidad para salvar sus vidas.

Decidió que a los 50 presos que habitaban en su cárcel se les colocase a la mañana siguiente, de forma completamente aleatoria y con la misma probabilidad, un sombrero de color blanco o negro. Estos presos se colocarían en fila de modo que el primero no viese a ninguno, el segundo viera al primero, el tercero al segundo y al primero… y asi sucesivamente de forma que el último de todos viera a los 49 presos restantes. De esta forma se les preguntaría a cada uno y de manera sucesiva cuál era el color de su sombrero. Si la respuesta era correcta salvarían la vida y obtendrían la libertad, en cambio, si su respuesta era la equivocada hallarían la muerte.

Y así les fue transmitido a los presos. Cundió el desánimo entre ellos, puesto que se veían incapaces de evitar la muerte a la mañana siguiente.

Pero entre ellos estaba un reconocido alquimista de la época que se dedicó toda la noche a analizar el problema. A la mañana siguiente, tremendamente sonriente, el alquimista les dijo a sus compañeros presos:

– Amigos míos, he llegado a una solución de manera que si me hacéis caso y seguís mi consejo, nos salvaremos 49 y, con un poco de suerte, los 50.

¿Cuál ere ese genial sistema del que hablaba el alquimista?

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