Yo soy yo y mis circunstancias…

Bendita la risa, la carcajada. Bendita esa media sonrisa que termina en lágrimas al final de un chiste.

Si el sentido de la vida es ser feliz su ingrediente fundamental es, sin lugar a dudas, la risa.

El Teatro Olympia rendía este fin de semana un grato homenaje a la alegría con el espectáculo de Goyo Jiménez «En Verdad os digo».

Y allá que fuimos con la ilusión de pasar un rato agradable y echarnos unas cuantas de esas risas tan sanas.

Pero nos equivocamos de pleno.

Una cosa es pasar un rato agradable. Otra pasarte dos horas partiéndote la caja torácica a pleno pulmón hasta que casi no puedes ni respirar.

Conocía a Goyo Jiménez como muchos, de El Club de la Comedia y, sobretodo, gracias a YouTube. También lo recuerdo gratamente como el Capitán Fanega, ese personaje que Mota introdujo como Némesis del Tío de la Vara. Siempre me ha parecido un tipo muy gracioso, sobretodo con esas analogías tan geniales con los norteamericanos.

Ahora bien lo del otro día superó con creces todas mis expectativas. Dos horas, dos horas sin parar de hablar, sin dejar espacio para el respiro, carcajada tras carcajada en un auténtico monumento a la felicidad.

Goyo Jiménez no es solo un tipo gracioso, es un tipo culto e inteligente. Está calvo, lo cual implica que el Karma sigue funcionando (no lo podía tener todo) y derrocha tal cantidad de buen rollo que sales de allí queriendo comerte el mundo.

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Juntar humor, inteligencia y cultura en dos horas en un teatro es lo más cercano a ser feliz por completo. Al menos para mi.

No quiero desvelaros nada del espectáculo, ni un pequeño chiste, porque merece la pena que disfrutéis de la experiencia completa, que probéis esa medicina mágica que sirve para los dolores del alma.

Bendita la risa, la carcajada, y bendito querido Goyo, que el sábado pasado, en dos horas que nos parecieron quince minutos, y con la que está cayendo, nos hiciste un poco más felices.