Enfilamos el último mes de un 2023 que ha tenido muchas cosas y, para ser honestos, la mayoría buenas.
Acaba, además, obligándome a enfrentarme a una de esas pesadas piedras que siempre he llevado en mi mochila: la intolerancia a la incertidumbre.
Cuando todo es incierto, nada es incierto
Como seres humanos, nuestro neocortex nos proporciona una serie de capacidades avanzadas que nos han convertido en la única especie soberana de la Tierra, o eso se nos supone.
Entre muchas de esas habilidades destaca la de la toma de decisiones. Nuestra capacidad de razonamiento, al igual que la de un ordenador, no es infinita, y esto nos obliga a buscar zonas de seguridad donde la mayoría de nuestro contexto se perciba bajo control.
He escogido con cuidado las palabras en la última expresión porque no existe nada bajo control, sino la percepción de que lo está.
Esto se ha convertido en pieza clave para nuestro desarrollo mental y emocional.
Por eso, cuando nos sobrevienen circunstancias que alteran significativamente nuestro contexto (digamos que lo «descontrolan»), nuestro cuerpo buscará recobrar el equilibrio o homeostasis mediante mecanismos de estrés: liberará aquellas sustancias necesarias para ponernos en alerta y conducirnos a recuperar nuestra tranquilidad.
Cultivando la tolerancia
Albert Ellis sostenía en su teoria que el elemento fundamental que guía nuestro comportamiento y, en definitiva, sus consecuencias, son nuestras creencias.
Y es ese el único elemento que tenemos la capacidad de modificar. Pese a todo el empeño que le pongamos a pretender controlar el contexto, se trata de una batalla perdida de antemano que solo nos puede traer frustración.
Es en la arena de las creencias, donde el combate es mucho más favorable para nosotros.
La incertidumbre, así, deja de ser algo contra lo que luchar para pasar algo que saber gestionar. Cómo afronto aquellas situaciones donde la incertidumbre, la situación con un control limitado, lo desconocido, juegan un papel importante, va a ser la esencia para vivir una vida emocional mucho más saludable.
El método: exposición
Y cómo mejoramos nuestra tolerancia, como modificamos esas creencias que nos llevan a conductas tóxicas: como sucede con muchas de las experiencias negativas limitantes, con exposición.
La exposición en psicología es una terapia que ayuda a las personas a enfrentar y manejar sus miedos o ansiedades, exponiéndolas de manera segura y gradual a las situaciones que los causan. Es un método efectivo para superar fobias u otros comportamientos ansiógenos.
Mucha parte de las técnicas congintivo-conductuales fundamentan gran parte de su eficacia en este concepto y hay mucha literatura y experimentación detrás que sustentan su efectividad.
Mi caso personal
La forma que he tenido durante este mes de lidiar con esa necesidad de controlarlo todo ha sido permitir, de forma relativamente controlada (por irónico que parezca), cierto descontrol.
Eso me ha servido para aprender mediante la experiencia directa a lidiar con lo inesperado, reducir la necesidad de tenerlo todo planeado y aceptar que el contexto es incontrolable.
No siempre ha funcionado y he de reconocer que ha habido momentos en los que la situación ha parecido superarme, pero, como todo en esta vida, el tiempo es la herramienta definitiva para suavizar emociones, tanto las positivas como las negativas. Y el tiempo me ha permitido superar hasta esas situaciones y recoger cierto aprendizaje de ellas.
Creo que es la mejor forma de ir reconfigurando mi cerebro para alejarme de comportamientos controladores y poder flexibilizar mi forma de comprender la vida.
Y tú, ¿cómo lidias con la incertidumbre?