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Crítica: Death Note (2017)

Pese a que Netflix tenga en su haber un buen número de joyas en los últimos años que nos han hecho disfrutar de lo lindo, hay momentos, hay proyectos, en los que mete la pata.

Lo de Death Note (2017) de Adam Wingard es una de esas cagadas.

Porque se asume la complejidad de adaptar una serie anime. Son obvios los desafíos que plantea y por los que muchos intentos han terminado en fracaso.

El problema de este intento de adaptación es que, sencillamente, ni lo intenta.

Death Note (2003) es una serie manga dibujada por Tsugumi Oba que posteriormente fue adaptada al anime.

La serie alcanzó bastante éxito y Selecta Visión la trajo a las tierras patrias. Sorprendentemente, ha sido una de las pocas series anime que he visto doblada al castellano.

Que tiene el manga que no tenga la película

Death Note

La historia de Death Note comienza cuando Light (Yagami en la versión japonesa y Turner en la adaptación de Netflix) descubre un misterioso cuaderno con una serie de reglas en su interior. Parece ser que, si uno escribe el nombre de una persona en ese cuaderno, esa persona morirá.

Lo que, a simple vista, tiene tintes de ser el aperitivo de una nueva edición de The Ring, Tsugumi Oba lo eleva para convertirlo en una increíble partida de ajedrez entre dos mentes pensantes.

Esa batalla, ese choque de trenes entre el bien y el mal, es lo que hace de Death Note una serie apasionante. Una historia que engancha y que hace debatirse al espectador entre un bando y otro a lo largo de los episodios.

Y es, precisamente eso, lo que brilla por su ausencia en la película.

Adaptar no es eso.

Adam Wingard ha cogido los personajes, ha cogido la idea de un cuaderno de muerte y ha hecho, literalmente, lo que le ha rotado de sus partes blandas. El resultado: un absoluto despropósito.

Si la historia de Death Note se mantiene es porque su autor la apuntala con un potente sistema de reglas, creíble, que convence. Lo importante no es el cuaderno, lo importante es el enfrentamiento, en un tablero definido, con límites, en los que el espectador se siente cómodo porque no pretenden engañarle.

La película, en cambio, juega fuera, muy fuera, de esos límites, saltándose a la torera esa férrea estructura que mantiene en pie la historia. De esta forma, consigue un efecto doble: a los más fanáticos de la serie, los decepciona por adaptar tan lamentablemente una historia con potencial y, al mismo tiempo, aquel que se aproxima a la historia por primera vez, le ve tantas grietas al argumento, que destroza la magia que podría haber tenido la película.

Conclusiones

Es una verdadera lástima, pero, por enésima vez, la traslación de la animación japonesa a la superproducción americana termina en rotundo fracaso. Entiendo que existen limitaciones, que el desafío es grande. Pero hay veces, como esta, que lo que han faltado son luces para entender de qué iba lo que se pretendía adaptar.

Muy prescindible.

Nota: 3/10

Primeras impresiones: Black Mirror S03

Hace poco Netflix anunciaba a bombo y platillo la llegada a su servicio de la esperada temporada 3 de Black Mirror.

Black Mirror es una serie un poco atípica.

Producida en el Reino Unido, sus dos primeras temporadas eran de tan sólo 3 episodios cada una, de alrededor de una hora por capítulo.

Eran historias autoconclusivas que tenían como eje conductor común el centrar su argumento en un futuro relativamente cercano y una realidad acorde con él. Un mundo plausible, a medio plazo, en el que la humanidad progresaba, la tecnología avanzaba y la sociedad se adaptaba a ello. 

Lo interesante de las dos primeras temporadas era que la práctica mayoría de los episodios inducían al espectador a reflexionar acerca del progreso, de la dirección que la sociedad podría estar tomando y de su participación como individuo en ella.

La tercera temporada: un inicio interesante.

Cuando Netflix anunció la disponibilidad de la tercera temporada me lancé a por ella. El primero de los seis episodios que consta esta serie, titulado “Caída libre”, me entusiasmó al principio: un análisis muy certero acerca de la superficialidad a la que nos están abocando las redes sociales y su posible influencia en la vida real y en cómo ésta se articula.

Cierto es que el capítulo se fue un poco de madre y el final terminó por no redondearlo, pero fue una buena primera toma de contacto. La serie apuntaba maneras.

Un desarrollo pobre e inestable.

Sin embargo, mi gozo en un pozo. He visto ya los tres episodios siguientes y, la verdad, es una temporada decepcionante.

Tanto el segundo como el tercer episodio son del todo lamentables: carecen del espíritu original de la serie. Uno no reflexiona absolutamente nada con ellos. A veces hasta se siente un poco perdido intentando entender si encierran algún tipo de mensaje escondido, pero no. Son simples, planos y sin alma.

El cuarto parece que remonta un poco, aunque vuelve a perderse en caminos a ninguna parte, terminando, otra vez, la faena a mitad.

Un futuro incierto

Me quedan los dos últimos, un pequeño hilo de esperanza. Tal vez con ellos la serie termine la temporada de una forma digna, pero no albergo demasiadas ilusiones. Quizá había demasiadas expectativas puestas sobre ella. Tal vez se nos ha hecho demasiado mainstrem.

Lo que está claro es que anda lejos, muy lejos, de la calidad y el nivel de algunas de las maravillas de temporadas anteriores.

Crítica: Stranger Things (2016)

Resulta tremendamente increíble como una serie, con los ingredientes idóneos, es capaz de teletransportarte directamente a tu más tierna infancia en unos pocos minutos de emisión. Stranger Things, una producción propia de Netflix lo logra de una forma tan increíblemente directa que, aún estando advertido, soprende soberanamente. Ver en pantalla mezclados, en muy poco tiempo, iconos fundamentales del cine de los 80, despierta la conciencia más infantil de cualquiera

Argumento

Grandes ideas llevadas a cabo con mucha cabeza

Si por algo destaca Stranger Things es sin ningún género de dudas, por su notable factura visual. El cuidado de los detalles, desde una cabecera con el típico grano de las cintas VHS, hasta una ambientación, vestuario e incluso música perfectamente seleccionados, convierten a esta serie, casi sin despeinarse, en una de las series de este 2016.

Lo paranormal como eje conductor

Si a esta maravillosa ambientación ochentera le sumamos una historia que mezcla a partes iguales fantasía y ciencia ficción, tenemos un producto verdaderamente interesante. Hawkings, un pequeño pueblo típico americano, es el escenario donde cuatro geniales niños disfrutan del día a día entre clases y partidas de rol en el garaje. Un buen día, de vuelta a casa, algo sucede. Fijaos si considero interesante la historia que hasta aquí puedo contar para no restarle ni un ápice de tensión a la misma.

Los peros de un guión fantástico

No todo va a ser perfecto, está claro, y, a pesar de lo ya mencionado, Stranger Things adolece de algunas, digamos, lagunas argumentativas, que sin embargo le perdonamos por un conjunto de tanto nivel. Estos peros los podréis reconocer durante la serie al tratarse de lo que normalmente llamamos agujeros en el argumento, hay cosas que no encajan del todo bien y que, tal vez, requerían una explicación más extensa.

Personajes

Si la historia de la que hablamos es increíblemente buena, lo de los cuatro actores elegidos para interpretar a los cuatro niños protagonistas no tiene nombre. El director de casting de esta serie se merece un monumento. Flinn Wolfhard, Caleb McLaughlin, Noah Schnapp y un genialísimo Gaten Matarazzo hacen las delicias de los expectadores, que ven en esta suerte de reboot de la pandilla de Los Goonies un paseo por sus momentos de bollycaos, palomitas y cine a 200 pesetas en aquellos cines de pueblo con su olor característico.

Eso sí, Wynona Ryder ha envejecido mal (aunque a mi personalmente nunca me gustara) y su interpretación, histriónica por momentos, chirría con el resto del elenco.

Su éxito tiene explicación

Resulta que a todos nos gusta la melancolía. Seamos personas más o menos felices, un poquito de aquello de «cualquier tiempo pasado fue mejor» nunca nos viene mal. Netflix lo sabe. Como también sabe que el target al que va dirigido esta serie es, fundamentalmente, aquellos que están alrededor de la treintena y que, por tanto, vivieron de pequeños el boom de películas como E.T. o Los Goonies. Así que cuando a alguien que vivió con ocho o nueve años cómo Elliot volaba en su bicicleta, huyendo de los malos, le plantas una serie en la que el guiño deja de ser una excepción para convertirse en la regla, lo conquistas fácilmente.

A mi, personalmente, me ha enamorado la serie.

Nota: 8/10

Hacia dónde se dirige la distribución de contenidos

Somos un país de piratas.

No lo digo yo, lo dicen muchos estudios realizados en nuestro país que nos colocan a la cabeza de los países consumidores de contenidos protegidos por derechos de autor de forma ilegal.

Ahora bien, mi pregunta es: ¿lo somos por voluntad o por necesidad?

No quiero entrar en el debate de si la cultura debe ser gratuita o no.

Mi objetivo es otro, la pregunta que lanzo va en otra dirección: ¿dispone España de las plataformas necesarias para proporcionar un servicio de distribución de contenidos a la altura de los tiempos que corren?

Mi respuesta en este caso es mucho más sencilla: no.

Falta de innovación

En España llevamos unos cuantos lustros a la cola de la implantación de las nuevas tecnologías.

Junto a las conexiones con anchos de banda lejos de los países más desarrollados, nos encontramos con la práctica inexistencia de plataformas que faciliten el consumo de contenido.

Con la llegada de Spotify vimos la respuesta a esta necesidad. El gran logro de Spotify en realidad son dos: cantidad y facilidad. Una aplicación multiplataforma sencilla de utilizar unida a la posibilidad de escuchar prácticamente de todo.

¿Por qué no existe algo similar para series/cine?

Pese a que no tengo una respuesta consistente, intuyo que tiene mucho que ver con la segmentación del mercado y con los intereses de los grandes (ahora más bien el gran) sistemas de pago por visión con Movistar+ a la cabeza. Un sistema que te permita consumir sólo aquello que realmente quieres pagando por ello un precio sensato, mucha gracia no les hace.

Y en esas estamos, utilizando canales alternativos por la falta de soluciones reales que cubran las necesidades de los consumidores.

Pero eso sí, la piratería es culpa de el español medio, que lo quiere todo gratis.

El futuro

Parece que la llegada de Netflix a España puede suponer un pequeño cambio en el panorama actual.

Digo pequeño debido a que su catálogo es reducido. No obstante se presenta con un modelo de negocio similar al de Spotify y esto es lo que resulta verdaderamente interesante.

Los próximos meses se aventuran divertidos en cuanto a movimientos de las operadoras y de sus ofertas. La gran incógnita es si se acercarán a un modelo más adecuado a lo que la actual tecnología les permite o seguirán ancladas en fórmulas del pasado.