En un mundo donde parece que ya nada tiene sentido. En el que la ética, la razón humana y la bondad han sido asesinadas por el poder, el dinero y la corrupción, uno se levanta cada mañana con la sensación de luchar contra gigantes invisibles.

No podemos caer en el desánimo de no creernos capaces de cambiar el mundo, de que nuestro aporte, por pequeño que sea, no servirá de mucho hoy y en el futuro. Tenemos el síndrome del grano de arena frente al desierto.

Por una vez, aquí, ahora, creamos en nosotros mismos, en nuestra capacidad de generar un cambio, de hacer las cosas bien, de plantarle cara a las injusticias de la vida cometidas por personas sin escrúpulos ni dignidad.

Ya es hora de que entiendas que tus manos, tu mente, tus palabras y tus acciones tienen repercusión y perdurarán como ecos en la eternidad.

Y si no lo crees, dedícale sólo 3 minutos de tu vida a leer lo que una sola persona, un buen día, dejó escrito en la historia.

«Vengo esta noche a esta magnífica casa de culto porque mi conciencia no me deja otra opción.
Una verdadera revolución de valores posará sus manos sobre este mundo y hablará acerca de la guerra:
«Esta forma de solucionar nuestras diferencias no es justa».
Este negocio de quemar seres humanos con Napalm,
de llenar los hogares de nuestra nación con huérfanos y viudas,
de inyectar drogas infectadas de odio en las venas de personas humanas normales, de enviar a hombres a sus casas después de haber vivido batallas oscuras y sangrientas, física y psicológicamente discapacitados,

¿no puede ser esto solucionado con Sabiduría, Justicia y Amor?.»

Martin Luther King – 4 de Abril de 1967.