Una de las dudas más repetidas a lo largo de toda mi etapa educativa (que ya dura más de 20 años) ha sido la relacionada con la metodología a la hora de enfocar la adquisición de una nueva habilidad.

En concreto encontrar la respuesta a qué es más necesario al comienzo, una profunda base teórica que nos proporcione seguridad en el conocimiento o enfocarnos en el apartado práctico y en los resultados que la experiencia nos facilita.

La teoría es necesaria, pero no te vuelvas loco.

La teoría es asesinada tarde o temprano por la experiencia.

Albert Einstein

Una primera aproximación exige establecer unos mínimos. De nada sirve ejercitar una habilidad si desconocemos lo básico sobre ella. Por eso es fundamental que nos obliguemos a asegurar una base sólida de conocimiento.

Esto nos va a permitir aventurarnos en el terreno práctico con garantías de éxito.

No obstante, hay que tener cuidado con no abusar de esta fase. Debemos huir de la trampa de una autoexigencia desmedida que nos bloquee el progreso.

Hay un determinado momento en el que el esfuerzo en adquirir nuevos conocimientos va a tener un impacto cada vez más limitado en nuestra habilidad con la materia.

Será entonces el momento de poner en práctica la teoría.

Practica todo lo que puedas, pero sabiendo lo que haces.

Necesaria es la experiencia para saber cualquier cosa

Séneca

Una vez adquirida una base consistente de conocimientos debemos dar el paso de ponerlos a prueba.

La práctica es, en esencia, la consolidación de la teoría a través de la experiencia.

Y es en la experimentación donde reconoceremos las carencias teóricas que necesitamos resolver.

Es por eso que, al igual que sucedía con la teoría, debemos afrontar esta fase con las garantías necesarias: de poco sirve lanzarse a practicar sin saber qué estamos haciendo.

Experimentar no es sinónimo de hacer, sino de probar, y las diferencias entre ambas acciones son notables: el ejercicio de la experimentación exige un conocimiento previo y una idea clara de qué conocimientos buscamos evaluar o adquirir.

Sólo así la práctica tendrá un peso específico en el propósito de adquisición de una habilidad. Seremos más eficientes y alcanzaremos nuestros objetivos en menor tiempo y con menor esfuerzo.

El equilibrio se adquiere con el tiempo.

A pesar de que pueda parecer sencillo, alcanzar ese punto de equilibrio entre teoría y práctica no es sencillo: depende de muchos factores, entre ellos, nuestra propia forma de adquirir conocimientos. Para algunos, unas pocas horas de teoría serán suficientes antes de lanzarse a probar cosas. Para otros, en cambio, esta primera fase exigirá más dedicación.

Lo fundamental es que, sean cuales sean nuestros tiempos, se trate de un proceso controlado. Sepamos en todo momento dónde estamos, qué buscamos encontrar y hacia dónde nos dirigimos.

A partir de ahí, todo se reduce a asegurarnos de que disfrutamos del proceso.