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Cuando terminé con «El temor de un hombre sabio» de Patrick Rothfuss me quedé con ganas de más literatura de ficción de corte medieval.

Como con Canción de Hielo y fuego debo dosificarme, decidí cambiar de género.

Pasé por la Sci-Fi de Asimov pero las ganas de recuperar historias ambientadas en reinos olvidados, en mundos desaparecidos, no disminuían.

Así, tras buscar por foros de literatura acabé topando con Brandon Sanderson, y su saga «Nacidos de la Bruma». Hace unos días terminaba su primer volumen, «El Imperio Final».

El Imperio final (The final Empire) se sitúa en una tierra sin fecha específica en la que hace más de mil años la humanidad estuvo a punto de perecer por culpa de una oscura fuerza. Su héroe salvador se erigió como líder del mundo otorgándose el título de Lord Legislador y, desde entonces, gobierna con puño de hierro. Los skaa, nombre con el que se conoce a los esclavos que soportan las cargas de trabajo del planeta, conviven con el miedo a la muerte y la constante violencia que una sociedad feudal les impone.

Un planeta perdido. Un mundo en el que llueve ceniza y todo se torna de un gris sin vida. Una vida rodeada de unas brumas que esconden extrañas criaturas.

Y en medio de la desesperanza, los «nacidos de las brumas», hijos de nobles, bastardos, que heredan capacidades mágicas relacionadas con los metales (capacidad conocida como alomancia). Guerras entre las casas nobles. Lucha por la libertad.

Todos estos ingredientes conforman una interesante puesta en escena de una historia que mezcla las aspiraciones de un pueblo sometido, una magia desconocida pero poderosa, una leyenda perdida en el tiempo, amor, traición y escenas trepidantes.

Como en la mayoría de inicios de sagas, El Imperio Final empieza con cierta tibieza apuntalando el argumento con toda clase de detalles pero conforme uno se sumerge en la historia resulta una propuesta realmente recomendable.

Nota 7/10.