Blog personal de Sergio Madrigal donde encontrar textos sobre ciencia y tecnología, psicología, cine y literatura y quizá alguna cosita más.

El consumo voraz mata la buena música.

Con la llegada de las nuevas tecnologías, de internet y del intercambio de archivos, a los amantes de la música se nos abrió un amplísimo catálogo de canciones que nos permitía acceder con pocos clicks de ratón a cualquier canción hecha por prácticamente cualquier grupo en el mundo.

A día de hoy con sistemas como Spotify, Last.fm o con páginas de descarga directa (o incluso Google) podemos estar escuchando la canción que suena en la radio de forma instantánea en nuestro PC.

Pero esta avalancha de posibilidades también ha generado un problema. Probablemente auspiciado por las grandes discográficas en la actualidad no se disfruta de la música: se consume y se devora música.

Hace años, en la época dorada de los vinilos, la gente escuchaba y volvía a escuchar sus discos. Se disfrutaba del momento especial de escuchar música y, lo que es más importante, no existía el concepto «pasado de moda»: todo tenía su sitio.

Ahora mismo, una canción dura entre 3 y 4 semanas en el top 5/10 de cualquier lista de éxitos con suerte: una vez pasado ese periodo esa canción literalmente muere. Y muere porque ha salido otra, de similares características, más nueva, que la sustituye.

La analogía podría ser culinaria. Antaño la música se disfrutaba como el buen vino: se paladeaba, se saboreaba, se exprimía y se intentaba conocer al máximo. Actualmente, la música se consume como las patatas del McDonald’s: uno no sería casi capaz de diferenciar la que se ha comido hace 2 minutos de la que se va a comer ahora.

Y lo que es todavía peor, ese consumo atroz tiene como principal consecuencia la inexistencia de creatividad: si algo funciona se repite hasta la saciedad, no se experimenta, no se prueba.

Por eso hago un llamamiento a los grandes paladares de la música que sé que todavía existen en este país: seguid saboreando la música, no dejéis que nos obliguen a consumirla como si se tratase de pienso para las ovejas.