Existen los genios artísticos que un buen día deciden pensar a contracorriente y generan un punto de inflexión en el mundo del arte.
Cuando esto sucede, si ese cambio es reconocido por el público en general y les supone una escalada hacia las mieles del éxito, el genio se enfrente a la difícil tarea de mantenerse.
Dos errores que muchos de estos genios cometen con tal de perpetuarse en la cima son:
- Intentar por todos los medios seguir marcando hitos y creando obras maestras que cambien conceptos en el arte: terminan fracasando y convirtiéndose en seres rarunos, de comportamiento extraño y deriva ideológica.
- Repetir aquello que les ha dado éxito hasta limites insospechados: cuando exprimes en exceso la gallina de los huevos de oro deja de dar huevos o los huevos dejan de ser de oro.
Este último es el caso de la tendencia cinematográfica del rey de la extravagancia Tim Burton. Con Sombras Tenebrosas, el bueno de Tim nos ha venido a confirmar que cree que cambiándole el barniz y la música a la misma historia y la misma atmósfera va a recuperar el esplendor conseguido antaño. Se equivoca.
Sombras Tenebrosas, protagonizada por su icono Johny Depp, pasa por ser una película simple, predecible, sin alardes de interpretación y el enésimo intento de clonar la atmósfera Burton tan bien lograda en Eduardo Manostijeras o Pesadilla antes de Navidad. Pero se queda muy lejos. La película no tiene ese alma que tienen sus predecesoras, esa sutileza que, entre tanto horror gótico, te hace sentirte cercano al protagonista.
En este largometraje Burton está reconociendo que no tiene ideas nuevas, que sigue inmerso en repetir clichés que le funcionaron hace 20 años pero que ahora quizá pasen por ser excesivamente conocidos.
Y supongo, volviendo al principio del artículo, que la respuesta correcta, que la solución ante la pregunta de qué hay después de llegar a la cima, es bastante sencilla:
Seguir siendo tú mismo.
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