Ayer, 14 de Noviembre, fue convocada una Huelga General con el objetivo de mostrar el descontento popular con las medidas adoptadas por el gobierno en los últimos tiempos.
Obviando un poco los colores y la ideología detrás de este tipo de convocatoria, siempre he pensado que en esta vida la opinión respecto a algo conlleva, como tal, una crítica. Y esta crítica puede ser de dos tipos: constructiva o destructiva.
Puedes opinar sobre la forma de vestir de alguien diciendo «yo no sé cómo puedes salir así a la calle» o bien «no me gusta como vas, ¿no crees que igual si combinas ese jersey con estos pantalones irías mejor?». La diferencia como se observa a simple vista es notoria y creo que todos estaremos de acuerdo en que la segunda forma es mucho más positiva que la primera.
Es por ello que si aplicamos la misma idea al terreno de la política, deberíamos intentar evitar comentarios como «La culpa es de XXX que es un inútil» o «Es que tal partido político es …» y plantear alternativas reales y, sobretodo, realistas, ante la dificlísima situación económica a la que nos estamos enfrentando.
Aquí va, desde esta humilde ventana a la red, una de las mías.
No soy licenciado en economía y mis conocimientos económicos están excesivamente ligados a las matemáticas y las ciencias puras como para poder alcanzar a entender los entresijos que mueven el mundo económico actual. Pero como en toda ciencia, y al fin y al cabo la Economía lo es, existen una serie de principios fundamentales sobre los que luego asentar todas las teorías. Y así como la velocidad de la luz es una variable fija e inamovible en toda la Física, considero que para que haya desarrollo y crecimiento deben coexistir dos elementos en nuestra sociedad:
– Producción y consumo.
Producción
Sólo produciendo algo que merezca la pena ser comprado podremos integrarnos en un mercado tan sumamente globalizado como el actual, por eso, parte de mi propuesta viene a decir que o se invierte en I+D+i o estamos bien jodidos fastidiados. No podemos competir, ni en sueños (y dudo que queramos) con mercados como el chino o el de otros países donde los costes de personal rozan la esclavitud y, por ende, disponen de unos precios imbatibles.
¿Alternativa? Produzcamos algo de calidad, que merezca el precio que le ponemos, que se convierta en referente de mercado. Convirtámonos en pioneros. Tenemos a nuestra disposición de una cantidad impensable hace unos años de personal altamente formado y cualificado, preparado para investigar y dar a luz proyectos que coloquen a España a la cabeza de la innovación.
Permitamos que los miles de jóvenes con ideas frescas y con ganas de cambiar el mundo tengan la posibilidad de crear un negocio sin las trabas actuales ni la necesidad de un desembolso económico inicial que tanto les limita actualmente.
En EE.UU. siguen la norma de fracasa mucho, fracasa rápido. Aquí no puedes fracasar más de una vez porque ya estás arruinado. Entendamos que emprender es una carrera en la que el resultado final es el benificio para la sociedad. Permitamos alcanzar ese beneficio. Dejemos que las ideas tengan hueco y espacio para crecer.
Consumo
Reitero que mis conocimientos sobre economía son muy limitados, pero aumentando los impuestos, tanto directos como indirectos, no creo que se favorezca excesivamente al consumo. En una situación como la actual, quizá sea factible plantearse renegociar la deuda que nos oprime (bajo la amenaza de hacerla odiosa si hace falta) bajo el estricto cumplimento de unas reglas de juego que impidan, por ejemplo, que una gran parte del dinero recaudado se destine a pagar desfalcos políticos o bancarios y dejar que la justicia actúe con todo su peso sobre aquellos que realmente están ensuciando la imagen de nuestro país: sus políticos y sus gestores económicos.
Es inconcebible que una persona que gestiona su negocio para sobrevivir (o malvivir según se mire) esté arriesgando su patrimonio y, en algunos casos, hasta su libertad mientras que aquel que gestiona el dinero de los españoles pueda no sólo salir indemne de una gestión nefasta sino además indemnizado. Si un político o un banquero lo hace mal, que lo pague.
Pero volvamos al tema del consumo, rebajando la carga impositiva tendríamos posiblemente una reactivación de ese consumo que, al fin y al cabo, es la gasolina que mueve cualquier economía.
Menos impuestos, más facilidades para crear empresas, renegociar la deuda y llevar al extremo el control presupuestario de políticos, banqueros. Inspecciones reales de la función pública . Eliminación de cargos de confianza. Penas de cárcel para aquellos que comentan fraude en cantidades importantes de dinero. Penas de cárcel para aquellos que cometan fraude con dinero público.
Todo son propuestas que, desde mi punto de vista, supondrían una alternativa a lo que se viene haciendo y que, demostrado queda, no está sirviendo sino para hundirnos más en la miseria que nos ha traído esta condenada crisis.
Y no son mías. Las escuchas en la calle, en cualquier barra de bar, en una charla distendida con amigos entre tazas de café. Y no somos economistas. No somos políticos.
Quizá esa sea la diferencia.
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