Cuando por primera vez vi anunciar Oblivion tuve esa extraña contradicción que a veces surge cuando la fotografía te gusta pero el que sale en la foto no tanto.
Y no es que Tom Cruise no me haya convencido en muchos otros papeles (sobretodo haciendo de agente secreto), pero considero que la Ciencia Ficción se merece protagonistas de otro corte.
Oblivion (2013) es un fiel reflejo de lo que es la sociedad occidental de esta decena: empaquetado y listo para consumir.
No estoy diciendo en absoluto que sea una mala película pero sí que hay que asumir una serie de premisas básicas.
La primera es que a la ciencia ficción hollywoodiense cada vez le queda menos de ciencia. En 2017 ya estamos colonizando lunas de Saturno y planteándonos vivir allí (?) por poner un ejemplo. Y con esa sensación vas desenrollando el pergamino que te cuenta la historia postapocalíptica de una tierra sumida en el caos y la radiación. ¡Ay si Asimov levantase la cabeza!
La segunda es recordar a Matrix, Stargate, El Planeta de los Simios, Mad Max… y así vas contando una tras otra las referencias a películas que sí que trajeron algo diferente. Y digo referencias por no decir plagios descarados: hay un par de escenas que pasarían perfectamente por cortes de Independence Day.
El problema de la historia de Oblivion es ese, que ya nos la conocemos. Porque la fotografía y la banda sonora son casi perfectas, la ambientación cuidada, el grupo de actores impresiona (Morgan Freeman y Nikolaj Coster-Waldau entre otros) y los efectos especiales muy conseguidos. Pero la película pierde demasiada fuerza con un argumento insulso, en algunos momentos poco creíble y en otros literalmente ridículo.
Cine en definitiva de consumo, como todo lo que se hace últimamente, de palomitas y refresco en la sala, de aventuras espaciales que busca en vano dejar un mensaje al final, terminando por liar la cosa todavía más.
No pasará a la historia aunque bienvenida es para alguna de las tardes soporíferas de verano.
Nota: 6/10
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