Después del dantesco espectáculo que esa banda de personas que dicen llamarse equipo protagonizó anoche en Mestalla, a uno le quedan dos opciones:
La primera es montar en cólera y preguntarse cómo es posible que 11 tíos que cobran entre todos lo que más de un país completo quisiera para sí, pueden pasearse como vagabundos por un terreno de juego y no tener la mínima vergüenza para defender el escudo que llevan bordado en la camiseta.
La otra es asumir que son una panda de mercenarios y rezar porque pronto se imparta justicia y los manden a todos a tomar viento malagueño.
Mientras, a tomarse las cosas con algo de humor.
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