Blog personal de Sergio Madrigal donde encontrar textos sobre ciencia y tecnología, psicología, cine y literatura y quizá alguna cosita más.

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Crítica: Jupiter Ascending

Para empezar un mensaje directo a los «traductores» de la película: habría sido una idea genial no tocar el nombre. «El destino de Júpiter» hace que pierda todo el sentido el título.

Bien, vamos a la faena.

La película es mala.

Podría terminar la crítica con esta frase y habría conseguido condensar en 4 palabras la serie de catastróficas circunstancias que hacen de la nueva cinta de los hermanos Wachowski una experiencia prescindible.

Viniendo dirigida por alguien en cuyo haber tenemos películas de la talla de V de Vendetta, El Atlas de las nubes o la trilogía de Matrix, entré al cine con esperanza. Asumía que no iba a olerle ni la suela de los zapatos a Interstellar (de temática supuestamente similar) pero albergaba la ilusión de que se tratase de una historia atrayente y, en definitiva, divertida.

Empezamos mal si el peso de la historia recae sobre los hombros de una insípida Mila Kunis que es incapaz de despertar ningún tipo de emoción durante las más de dos horas de metraje y en un Channing Tatum que bueno, es Channing Tatum pero con perilla tintada de rubio: un despropósito.

No digo ya nada del oscarizado Edward Redmayne, que todo lo que parece tener de buen intérprete lo gastó en La Teoría del todo: su papel aquí roza el ridículo más espantoso.

El argumento lo destripa prácticamente el trailer: estamos en una Tierra actual en la que Mila Kunis sobrevive limpiando lavabos y se da la casualidad de que es alguien de suma importancia para una lucha de fuerzas de una dinastía de poderosos nobles que rigen los designios de un universo tan vasto como desconocido para los terrícolas.

En sí el fondo que subyace a la historia resulta tremendamente atractivo y con una dirección más adecuada (y un guión en condiciones) podríamos estar hablando del inicio de una nueva franquicia de cine de ciencia ficción.

Me imagino que a los Wachowski les surgiría un dilema parecido cuando estaban trabajando en el guión: ¿Qué hacer para que con una idea tan estupenda el resultado guste a todos?

Intuyo que Andy le diría a Lana: ¿Ey Lana, y si metemos una historia de amor a lo teenage movies? Ahora lo de los Juegos del Hambre lo está petando y ya sabes lo fan que soy de Edward el de Crepúsculo.

Lana iría más allá y le diría: «Genial Andy, pero añadamos un poco del rollo este de Matrix que tanto nos funcionó: vivimos en un mundo engañados y servimos como ganado».

Suena surrealista pero no es nada comparado con la cantidad de referencias a otras películas que uno puede encontrar mezcladas y desordenadas en Jupiter Ascending. Hasta la banda sonora recuerda en momentos a la maravillosa Asato Ma Sadmagaya

En definitiva que uno sale del cine mareado entre la confusión de no saber muy bien qué película ha visto y el estupor de constatar las incapacidades interpretativas de los protagonistas de esta poca afortunada vuelta de los hermanos Wachowski al celuloide.

Poco recomendable

Nota: 4/10

Crítica: Coherence (2013)

Cuando ves una peli o lees un libro que realmente te gusta de una determinada temática tiendes a buscar nuevas obras de temática similar. Y así, después de disfrutar Interstellar, empecé a buscar cosas parecidas.

Se trata de un arma de doble filo que, por lo general, suele terminar bastante mal. Básicamente porque la película/libro nuevo que vas a ver tiene que ver, normalmente, con lo que ya viste o leíste. Vas condicionado y con las expectativas de obtener algo similar. Es un poco lo que le pasa a mucha gente con la horchata valenciana: ven que el color y la textura son muy similares a la leche convencional y, esperando un sabor parecido, no disfrutan de su sabor por considerarlo extraño.

Bueno, volviendo al tema que nos atañe hoy, ayer pude ver Coherence (2013) de James Ward Byrkit, y para empezar lo haré diciendo que me gustó.

Partamos de dos ideas fundamentales a tener en cuenta sobre la película: La primera es que se trata de una cinta de bajo presupuesto. Esta premisa es esencial para poder saborear la historia sin pararse a criticar las posibles lagunas que la realización pueda tener. Nada que objetar.

La segunda es que, al menos a mi, me la vendieron como Ciencia Ficción. Tal vez me esté volviendo un talibán de la SciFi pero parece que ahora todo lo que tenga que ver con algún suceso paranormal en el que se involucre mínimamente alguna disciplina científica ya es ciencia ficción, y tampoco es eso oigan.

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Para mi Coherence no es ciencia ficción. Para mí Coherence es ficción pura y dura con una base relacionada con un cometa, unas pequeñas pinceladas de Física Cuántica y el gato de Schrodinger.

Más allá de algunos momentos en los que el director sufre alguna clase de apoplejía y hace que la cámara se mueva sin lógica (ni acierto), la película se hace interesante con el paso del tiempo. Sufre, eso sí, algún que otro bajón de intensidad en sus 90 minutos, pero no pierde del todo el ritmo.

Las actuaciones están por encima de lo que me esperaba, con especial mención a Emily Baldoni, que hace un papel realmente interesante.

Lo más flojo, sin lugar a dudas, el final. Más allá de algunas explicaciones cogidas con pinzas, el final es previsible y más propio de un corto amateur (o incluso de una película de Antena 3 un domingo por la tarde) que del nivel que parecía mostrar la historia.

Por lo demás, una interesante propuesta.

 

Historia: 7

Actuación: 8

Música: 7

Efectos Especiales: ND

Final: 4

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Nota: 6.5

La importancia de un buen final: Perdida (2014) y La Isla Mínima (2014)

Una de las cosas más críticas en una historia contada, ya sea en literatura, teatro o en cine es su final.

Es como el postre de una buena comida, que no necesariamente debe ser tan elaborado como el primer plato pero cuya importancia es crucial para el desenlace de la experiencia.

Esta semana he tenido el placer de ver dos películas en las que el final no ha supuesto un verdadero final sino más bien la pasarela a una degustación más pausada de la historia.

Con Perdida, David Fincher nos presenta una historia que gira entorno a dos elementos claves en la sociedad norteamericana y, en muchos casos, en la nuestra: la importancia de los medios en el juicio de la gente y la distorsionada imagen que muchos matrimonios (o parejas) proyectan a su entorno.

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Con esos dos pilares, Fincher desarrolla un atrapante thriller donde las capacidad de sorprender al espectador está íntimamente ligada con la capacidad del ser humano de hacer el mal. Durante sus más de dos horas y media de metraje el ambiente de tensión se torna por momentos opresivo, convirtiendo a la película en un oscuro relato sobre la maldad al mismo tiempo que sutilmente pone de relieve las dos mencionadas ideas.

Y el final.

No os desvelaré nada de él pero sí que os diré la sensación con la que salí del cine: ansiedad. Es sencillamente el resultado de 180 minutos de elaborada e intrincada historia de amagos y engaños que terminan de una forma abierta, como dejando al espectador que intuya cuál será el verdadero desenlace aunque para ello tenga que hacer uso de sus propios principios éticos. O incluso que los tenga que poner en entredicho.

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La otra grata sorpresa, y esta lo ha sido especialmente, ha sido La Isla Mínima de Alberto Rodríguez.

La historia es más que conocida: desaparición de dos niñas, dos policías bastante antagónicos acuden a investigar el caso, etc.

Pero aun tratándose de una historia mil veces contada, lo realmente interesante es la fantástica forma de relatarnos esta historia.

Se trata de una película elaboradísima, con una conjunción entre las escenas, la fotografía, la música y las actuaciones rozando la perfección.

Algunos critican la simpleza del guion, que tal vez podría haber estado en algunos momentos ligeramente más elaborado (o tal vez definitorio), pero en esta nueva corriente de largometrajes en los que ahora ya no basta con entender lo que se ve sino que hay que elucubrar lo que no, La Isla Mínima se doctora.

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Mención especial a la perfecta consonancia de los dos actores protagonistas que nos regalan una actuación que espero que termine, cuanto poco, en algún merecido Goya.

Y el final.

De nuevo ese final que cuenta y no cuenta, que deja que el espectador desarrolle mil y una teorías, algunas descabelladas, algunas que parecen encajar a la perfección. De nuevo el chef deja de masticar la comida y explicarle al comensal los distintos sabores que éste debe percibir para dejarle a éste que sea el que use sus sentidos para interpretar la obra.

Y lo dicho, aún días después, al recordar estas dos películas, vuelven las esencias, los pensamientos que las hacen afianzarse en nuestra memoria, que harán que las podamos recordar dentro de un tiempo, como aquellas películas que nos obligaron a reflexionar más allá de haberlas visto.

Crítica: Boyhood (Momentos de una vida)

Cuando una película viene precedida por una gran valoración por parte de la crítica y del público suelen ocurrir dos cosas: en la mayoría de los casos la película se queda muy lejos de cumplir las expectativas generadas y termina siendo un bodrio, o bien, en pocas, muy pocas ocasiones, la película no sólo cumple sino que las supera.

Con Boyhood, (Momentos de una vida) resulta sorprendente descubrir que no encaja en ninguno de esos dos grupos.

No es una mala película pero tampoco la obra maestra que muchos se están dedicando a pregonar. Se trata de una experiencia cinematográfica extraña. Y cuando digo extraña me refiero a distinta.

Rodada por Richard Linklater durante 12 años, Boyhood nos cuenta el crecimiento de Mason (Ellar Coltrane) y su entorno durante 10 años de su vida. Y ya está. Alrededor de él, grandes artistas de la talla de Ethan Hawke o Patricia Arquette suman la sobriedad interpretativa necesaria para dotar de credibilidad a la historia.

Tal vez en esa sencillez de contarnos la vida de alguien común radica su más intensa belleza. No es una historia épica, con un final dramático. No te hace llorar ni reír en exceso. Sencillamente Linklater decide abrir una ventana y mostrarte la realidad para que tú, espectador, sentado en tu butaca, asistas entre atónito y extrañado al devenir de los años de la vida de una persona igual que tú.

Lo interesante de esta película es lo que no cuenta, lo que tu cabeza intuye y de lo que te vas empapando.

Es una obra que masticas después, que digieres con el tiempo.

Porque es después cuando descubres escondida entre los pliegues de diálogos comunes una pequeña esencia de tu propia realidad. Esa realidad que en el día a día te pasa desapercibida pero que está ahí. Una especie de hilo conductor de tu vida que une etapas tan dispares como la infancia, la adolescencia, el paso por la juventud o la llegada a la adultez, pero que se esconde con el lento paso del tiempo. Con Boyhood coges la perspectiva necesaria para darte cuenta del vertiginoso salto temporal en el que se ha convertido tu vida.

No hay que interpretar la película como una historia que te están contando, sino que esta vez la dirección es la opuesta. Lo interesante está en el reflejo que tú proyectas sobre esa película.

Recomendada

7.5/10

Crítica: Begin Again

Vaya regalito este Begin Again en medio de este agobiante Agosto en Valencia.

Por fin una historia fresca, divertida y diferente.

Dirigida por John Carney e interpretada por una magistral Keira Knightley y un asombrosamente interesante Mark Ruffalo, Begin Again es una historia sobre música y sobre personas. Y eso es lo que la hace realmente distinta.

Nos cuenta la historia de cómo las vidas de Greta (Keira) y Dan (Mark) se cruzan por casualidad una noche en un bar de Nueva York. Ella despechada por la reciente ruptura con su pareja estrella del rock y él acabado como productor musical de un sello que él mismo creó. Y a partir de ahí la magia y la música. 

La química entre ambos personajes se da desde el minuto uno y ayuda y de qué manera a que la historia se mantenga y crezca. De eso se trata, de contar una historia de fracasos y de fracasados que deciden enfrentarse a la vida e intentarlo una vez más, tal vez de una forma diferente, y probar suerte de nuevo.

Sin lugar a dudas me quedo con el sabor dulce de la genial interpretación de Knightley y su desconocida y sorprendente calidad musical. Pero también con ese poso que la rodea: si eres bueno (no sólo bueno en lo que haces sino que además tratas de ser buena persona) el camino al final termina por aparecer. 

Tal vez es un mensaje excesivamente optimista y más viendo los tiempos que corren. Pero estamos en Agosto, y hace demasiado calor en Valencia. No es plan de ponerse a pensar más.

Muy recomendada. 

Nota: 7/10

Crítica: Her (2013)

Soy de los que consideran las críticas realizadas por «críticos profesionales» bastante poco fiables: lo que a ellos les puede parecer una exquisita obra intimista donde el director vuelca sus inquietudes metafísicas a mi suele parecerme el mayor de los tostones realizados. 

Pese a todo termino siempre cayendo con facilidad cuando leo alguna de sus grandilocuentes reseñas y decido que es motivo suficiente como para comprobarlo a costa de mi tiempo y, por ende, mi cartera.

Her (2014) venía precedida por una estupenda crítica y una larga lista de premios y nominaciones que había culminado con el Óscar al mejor guión en la última de las ediciones de los premios.

Buena crítica, premios importantes y un buen director. Spike Jonze.

Y a todo esto le teníamos que añadir tres ingredientes inequívocamente atractivos: Joaquin Phoenix en el papel protagonista, Scarlett Johanson (o su dobladora) como su compañera y una historia que giraba entorno al amor entre un humano y un sistema operativo.

Incomprensiblemente surrealista

Si habéis leído hasta aquí y os consideráis geeks, frikis o sencillamente amantes de la ciencia ficción os he dado los motivos justos y necesarios para salir corriendo a quemar los 7€ que teniáis pensado gastaros en la última figurita del Ataque de los Titanes o en la versión coleccionista de El Hobbit.

¡Craso Error!

Desde el minuto cero Her es la pelicula más absurda que he visto en muchísimo tiempo. Una constante emanación de sinsentidos con una carencia total de base científica hilvanados entre eternos y soporíferos monólogos que pretenden, sí, pretenden porque no llegan jamás a conseguirlo, quedarse a caballo entre la ironía y la crítica social con un toque de humor romántico. Sus jodidas ganas.

Es imposible sumergirse en la película porque cada diálogo entre su protagonista y, recordemos, un sistema operativo (es decir, un sistema SOFTWARE que desconoce salvo por programación previa, cualquier cosa relacionada con el mundo físico) es más absurdo que el anterior.

Si el pobre de Isaac Asimov levantase la cabeza no podría sino vomitar sobre la butaca.

A los que en su día nos leímos la saga de Ender, Samantha, que así se llama nuestro querido Windows ME edición SIRI, nos recuerda tanto a Jane que por un momento creemos estar viendo al joven Wiggins hablándole a través de la joya de su oído. Puro espejismo. Lo que en la novela de Card se sustentaba a partes iguales entre la ciencia y la ficción en Her lo tiene todo de ficción a lo comedia romántica de Antena 3.

Lo único salvable: Phoenix

Las dos largas, eternas, horas que dura el largometraje serían todavía peores sino fuera por un incontestable Phoenix que se vuelca en dar vida a un perdedor frustrado que no sabe cómo encajar los sentimientos que empiezan a surgir desde lo más profundo de su interior hacia una voz que le susurra al oído. Lo hace genialmente bien, pero con él solo no basta. No es suficiente una actuación magistral si cada 5 minutos te preguntas a qué mente medianamente pensante se le ocurriría tamaña bazofia de historia.

A la Johanson en la versión española ni se le ve ni se le escucha. No querido Bruno, no, dudo mucho que la VOS salve a este esperpento hecho película.

Podría hablar de la fotografía, que es bastante más que decente, e incluso de una interesante banda sonora, pero me repetiré una vez más: todo lo ensombrece una historia tan estúpida como predecible.

A mi ya me robaron en su día dos horas de mi vida. No permitáis que os hagan lo mismo.

Nota: 2/10.

Reseña: Flores para Algernón

Sentado frente al teclado y con una taza de té caliente intento ordenar mis ideas para escribir una reseña sobre el último libro que me he leído. Pero me resulta tremendamente complicado.

La realidad es que Flores para Algernón [Daniel Keyes] ha llegado a tocar una de esas fibras sensibles que todos tenemos. Y lo ha hecho de una forma en la que la sensación se hace compleja de explicar.

Cuando Isaac Asimov le dijo a Daniel Keyes «¿Cómo lo has hecho?» el autor agarró de la chaqueta al Buen Doctor y le dijo «Oye, Isaac, cuando lo descubras me lo dices ¿vale?, de verdad que me encantaría repetirlo». [Fuente: Wikipedia]

A Flores para Algernón la tildan de novela de ciencia ficción y muchos de los galardones obtenidos por ésta lo son de este área. Pero, en realidad, es un relato psicológico, un ensayo sobre la ignorancia y la felicidad, sobre el conocimiento como fuente de nuestro poder y de nuestra desdicha.

Toda la historia gira entorno a Charlie Gordon, un hombre que padece un retraso mental que lo coloca a la altura de chiquillos de 4 ó 5 años. Es feliz pero quiere ser listo. Y esta búsqueda incansable del aprendizaje lo convierte en un candidato perfecto para un estudio que se está realizando en una universidad de renombre.

Y hasta aquí puedo leer.

La novela, escrita en una interesante primera persona a modo de diario nos relata la evolución de Charlie a lo largo de todo el proceso y de sus pensamientos más íntimos mientras su cuerpo experimenta una metamorfosis que le llevará a cambiar por completo su vida.

El final, predecible y no por ello carente de una tensión narrativa impecable, es el que termina por redondear un ejercicio de introspección completo en el que el que lee se sumerge en los pensamientos de Charlie de una forma tremendamente profunda.

Uno de esos libros que no se si volveré a leer por no romper la magia que ha supuesto para mi su lectura.

Nota: 8/10

Crítica: Frozen

Cuando en los títulos de crédito ves que el productor ejecutivo es un señor llamado John Lasseter entonces las cosas empiezan a cuadrar.

Frozen (2013) es el lavado de cara más profundo y exitoso que he visto por parte de Walt Disney desde aquella maravilla de la técnica y la creatividad que fue Toy Story.

Porque seamos sinceros, últimamente, entre los coches que no son coches, los caracoles que quieren serlo, las avionetas que se parecían mucho a los coches y unos monstruos a los que les acaba de salir acné, el mundo de la animación había salvado los muebles gracias a segundas partes que mantenían, que no mejoraban, lo visto hasta entonces.

Si dicen que la esperanza es lo último que se pierde en lo que respecta al mundo de la animación la realidad pintaba peligrosamente pesimista.

Esas maravillosas producciones con las que Pixar, Disney o DreamWorks nos asombraban parecían ya relegadas al recuerdo de tiempos mejores.

Con Frozen sin embargo, han retornado a la senda correcta, irrumpiendo otra vez con la fuerza de la creatividad y la capacidad innovadora y reinventándose en un interesante juego de luces y sombras.

Un argumento creativo

Disney siempre se ha caracterizado en muchas de sus producciones por lo políticamente correcto y los finales edulcorados. Con Frozen parece que están buscando explorar otros caminos y el resultado se sostiene.

No os desvelaré la trama porque tiene sus giros interesantes pero baste decir que no es una película convencional.

Gran parte del éxito de una producción de animación, al igual que en el caso de un videojuego, lo tiene más allá de sus bondades técnicas la historia que se nos pretende contar. Frozen es una buena historia que permite sobre ella construir un imaginario potente. Y en ella reside una de sus grandes virtudes.

Mantiene la esencia

A pesar de esa divergencia narrativa, es una película de Disney y tiene todos y cada uno de los componentes que una película de Disney debe tener. Humor, amistad, amor, maldad, lucha entre el bien y el mal, etc., harán que pequeños y no tan pequeños disfruten de lo lindo con esta producción.

No olvidemos que esta basada en uno de los cuentos del genial y prolífico Hans Christian Andersen.

Mejores niveles técnicos

Si que he de reconocer que he observado un salto cualitativo en cuanto a la calidad ténica de la película: tanto las expresiones faciales de algunos de los personajes como algunos de los entornos han despertado mi sincera admiración. Obviamente, y volviendo a la comparación que he hecho al principio, no estamos hablando de un salto de las proporciones que tuvo el de Toy Story, pero al menos se percibe un notable avance.

Una buena película

Si a todo esto le sumamos una banda sonora más que fantástica y una canción principal (ganadora de un Óscar) acompañada por algunas francamente espectaculares, tenemos un resultado final redondo, completo y que llevan a esta última obra artística de Disney a compartir estante con los grandes clásicos del gigante de la animación.

Nota: 8.5/10.

Crítica: En Llamas (Los Juegos del Hambre 2)

Analizar una adaptación es siempre tarea complicada. Resulta complejo tratar de entender hasta que punto el director ha sido capaz de transmitir en la gran pantalla aquello que la imaginación de cada uno proyecta a medida que lees la novela.

La situación es aún más difícil si lo que se adapta es una historia que no ha terminado de convencerte.

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Como ya dije en su día, la saga de Los Juegos del Hambre es una obra más bien justa. Digamos que pertenece al género comúnmente conocido como «del montón». Se hace amena de leer y quizá lo que la hace particularmente criticable es el hecho de que la idea con la que nace es interesante pero su desarrollo y, sobretodo, su desenlace, son nefastos.

Estas Navidades han traído dos segundas partes, la esperada continuación de «Esa-película-que-se-llama-el-Hobbit», un subproducto parido por Peter Jackson con la única sana intención de llenarse todavía más los bolsillos a costa de los seguidores menos seguidores, y esta «En Llamas», que continúa la historia de Katniss Everdeen tras los hechos acontecidos durante Los 74º Juegos del Hambre. 

En líneas generales y salvando algunos agujeros difícilmente comprensibles en el guión, la adaptación es correcta. Como era de esperar de un libro de 400 páginas escrito en presente y en primera persona. Cuando lo lees sabes que la autora le ha puesto las cosas muy fáciles al posible traslado cinematográfico.

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Los protagonistas ya me convencieron en la primera edición y mantienen el tono durante esta secuela. Los nuevos personajes, especial mención a Phillip Seymour Hofmann, están a la altura de sus compañeros. La banda sonora, la fotografía y unos escasos pero competentes efectos especiales también contribuyen a dotar a la historia de los componentes necesarios para que resulte entretenida de ver.

Que está claro que hay bodrios peores en cartelera y que estando en estas fechas tan señaladas no es una mala excusa para juntar a la familia en una película que salga un poco del marco de las «3D movies» prefabricadas con las que últimamente nos rellenan los cines. Pero que nadie se lleve las manos a la cabeza si tras ver esta continuación sale con el mismo cuerpo con el que entró y con la sensación de que la curva que traza es descendente.

Porque lo es. La tercera parte es, sin ningún género de dudas, la peor con diferencia. 

Crítica: La Historia de tu vida – Ted Chiang

Quizá una de las herramienta más maravillosas que tiene el ser humano es la imaginación. La capacidad de, sólo con el poder de la mente, dibujar un sinfín de mundos lejanos, de sombras de lo desconocido, y entretejer historias imposibles.

Ted Chiang es un ejemplo fantástico de ello.

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La Historia de tu vida [Amazon España – Bibliópolis] no es una novela sino una colección de pequeños relatos. Delicados tesoros que son a su vez retales de imaginaciones, de creatividad en estado puro.

Ocho historias. Sin relación entre sí. Mostrándonos a través de la ventana de nuestra realidad actual un futuro inimaginable, una alternativa que no cabe en nuestra estructurada mente anclada al dogma de una vida con las normas ya escritas. ¿Por qué no romperlas? ¿Por qué no intentar ver más allá de lo que la razón decide en un determinado momento que es imposible?

Imagino a aquellos seres humanos que vivieron hace trescientos años. Un suspiro en la inmensidad del tiempo del universo. Y pese a eso sería para ellos inimaginable la visión de un ser humano siendo transportado por gigantes alados, disponiendo de todo el saber de la humanidad en la palma de su mano, en cualquier momento. ¿Qué nos pueden estar deparando los futuros que ya no alcanzaremos a ver?

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La primera de las historias es La Torre de Babilonia: ciencia ficción en retrospectiva. ¿Y si la Torre hubiera existido? ¿Y si el ser humano hubiese alcanzado el cielo? La segunda, Dividido entre cero, es un ejercicio de reflexión contra lo establecido ¿qué sucedería si los axiomas sobre los que sustentamos nuestra vida dejasen de ser ciertos? ¿cómo trastocaría nuestra fingida estabilidad al saber que los pilares sobre los que yace se desmoronan?

Y así todos y cada uno de los relatos conducen al lector a un proceso de reflexión, a lanzarse las preguntas adecuadas que ya no alteren su realidad sino que la pongan en entredicho. 

Personalmente he disfrutado mucho con «La historia de tu vida« y «Comprende«, dos historias que al terminarlas consiguieron que bordease por primera vez el abismo de lo incomprensible. Que fuese capaz de plantearme una realidad ajena a aquello que considero cierto de forma innata.

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Si te gusta la Ciencia Ficción esta es sin duda una obra que deberías leer al menos una vez en tu vida.

Muy recomendable.

Nota: 8.5/10