Vaya por delante que soy un absoluto y perdido enamorado de todo lo que rodea a JRR Tolkien y, por tanto, mi capacidad de juicio sobre cualquier historia que adapte su legendarium se ve condicionada.
No soy, si os pudiera preocupar, uno de esos puristas trastornados que se autoproclaman defensores a ultranza del legado del escritor inglés y claman por cualquier variación, por mínima que sea, de su interpretación de la literatura de Tolkien.
La expectación
Los Anillos de Poder (2022, Amazon Prime) es la primera gran producción tras las 6 películas que Peter Jackson realizó, con dispar factura, entre 2001 y 2014.
Había muchísimas ganas de ver lo que un gigante como Amazon, con tanto billete listo para ser quemado, podía hacer con una historia que ya por aquel entonces no se sabía muy bien dónde iba a encuadrar.
Los herederos y dueños de los derechos de las novelas de Tolkien habían cedido una parte muy reducida de estos derechos para realizar una serie basada en la obra.
Este punto es de vital importancia, puesto que la serie sucede en un periodo para el que no hay ninguna novela como tal, sino que bebe de referencias de los textos de Tolkien.
Unos inicios titubeantes
Así que con esta premisa la serie inició su andadura con unos primeros capítulos de presentación de personajes. El comienzo siempre es complejo y no siempre se logra encontrar el equilibrio entre un relato dinámico y contar todo lo necesario para sentar las bases de lo que sucederá.
Estos primeros episodios ya muestran una clara distancia con sus predecesoras: aunque tratan de mantener una fotografía muy similar, se alejan, con o sin intención, de la épica que tenían las películas de Jackson.
Unos personajes dispares
Aquí llega el primer gran desafío al que se enfrenta la serie: la credibilidad de sus personajes. La historia, de la que hablaré más adelante, necesita sustentarse en unos personajes capaces de hacérnosla creíble.
Los Anillos de Poder lo consigue, pero no siempre. Apuntan maneras personajes como la Dama Galadriel, o el Señor Elrond: muy diferentes a los escogidos en su día para las películas, pero con el carisma necesario para representar el papel de Altos Elfos de la Tierra Media.
Siguiendo con los aciertos, la elección de Durin IV es otro de ellos: su relación con Elrond, que revive en nuestra memoria la maravillosa amistad entre Legolas y Gimli, parte como uno de los pilares de esta primera temporada.
Y, cómo no, Adar, un personaje tremendamente misterioso con una potencia brutal a lo largo de los distintos capítulos en los que aparece.
Del resto, algunos pasan más desapercibidos que otros, y algunos van a necesitar mucho para llegar a algún sitio (a Isildur van a tener que ponerle las pilas) y otros han sido elegidos con bastante poco tino: mención especial para Celebrimbor.
Una historia que gana fuerza hacia el final
Y, por fin, llegamos al relato. ¿Qué sería de cualquier aventura sin las palabras que nos la relatan? Los Anillos de Poder es la historia de la búsqueda de poder, de la salvación y de amistades y de engaño.
“En aquellos anillos residía el poder y la voluntad para gobernar a cada raza. Pero todos ellos fueron engañados… pues otro anillo más fue forjado… en la tierra de Mordor…”
Así iniciaba Galadriel en La Comunidad del Anillo el relato de la leyenda alrededor del Anillo Único.
Como ya he dicho, la primera parte de esta primera temporada hace el difícil trabajo de presentarnos a los personajes, aderezando algunos de la mística de lo desconocido.
Y quizá el abuso de ese ilusionismo le puede terminar pasando factura.
Pero volviendo a la narrativa, la historia crece a lo largo de los 8 episodios hasta un clímax que nos propone un futuro interesante y atractivo.
Los personajes crecen con el devenir de los acontecimientos y algunos ya parecen decididos a anidar en nuestra retina como lo hicieran los Aragorn, Frodo, Arwen, Legolas o Gimli.
Confiemos en que la serie siga el camino de crecimiento iniciado y nos regalen más momentos tan sumamente épicos como el del Istari o la llegada a Númenor.
Nota: 7/10