Por fin, tras muchos años de postergarlo por considerarlo el último regalo de Tolkien y movido en mayor medida por el próximo estreno de su adaptación cinematográfica, he terminado leyendo «El Hobbit».

El Hobbit, Historia de una ida y una vuelta, como es su nombre completo en inglés, es desde su comienzo un cuento con sabor a leyenda. Una leyenda que J. R. R. Tolkien ha sido capaz de dar una forma y una esencia casi inconmensurable. En cada párrafo, en cada canción, resuenan los ecos de un mundo ya olvidado por el tiempo donde el bien y el mal luchaban por gobernar la Tierra Media. Y esos sonidos consiguen tener un tono de fábula en El Hobbit que lo acerca irremediablemente a los clásicos de la literatura infantil.

Bilbo Bolsón, al que muchos conocerán por su papel en el desarrollo de El Señor de los Anillos, es esta vez el protagonista de la historia. Representante de la tradición y la costumbre. Del ciudadano alejado de las aventuras innecesarias y amante de su vida cotidiana, de su rutina. Este pequeño y alegre personaje cuya vida se mueve entre tazas de té y desayunos dobles se verá inmerso en una gran aventura que incluye los elementos necesarios para ser épica: dragones, tesoros, anillos mágicos, seres malignos, lucha y amor.

La búsqueda del oro que protege uno de los grandes Dragones de la época será el punto de partida para que él, junto con la comitiva de enanos comandada por Thorin Escudo de Roble, se lancen a la aventura de lo desconocido. A partir de ahí, las historias se irán sucediendo. El camino, plagado de enemigos, sorpresas inesperadas, leyendas hechas realidad, etc., terminará desembocando en la terrible Montaña Solitaria (o también conocida como Erebor) dónde aguarda el poderoso dragón Smaug.

Hablar de Tolkien a estas alturas como escritor no tiene sentido alguno. La obra es una auténtica joya de principio a fin. Un cuento para pequeños y para mayores que nos sumerge de lleno en el vasto universo que el escritor fue capaz de concebir. Plagando la lectura de toques de humor, de descripciones cuidadas y de diálogos para el recuerdo. Comenzando así lo que probablemente es una de las sagas de relatos de fantasía más profunda e interesante de la literatura.

Y lo que es muchísimo más importante. La historia tiene un mensaje por debajo, que flota como una ligera niebla durante su lectura: el placer de las cosas sencillas, alejado de toda ostentación, alejado de la necesidad de poseer más. Un mensaje muy vivo y necesario en los tiempos que corren.

En definitiva se trata de toda una experiencia que sumada al ya mencionado El Señor de los Anillos y al Silmarillion, hacen que la saga de Tolkien se convierta en una obra de referencia para el lector amante de la fantasía.

En este caso, no es una lectura recomendada, sino obligada.