Son ya muchos los años que llevo acercándome a este pequeño rincón de mi vida, por distintos motivos, para contarle no sé muy bien a quién las idas y venidas de mi existencia.
Acaba 2022 como tantos otros lleno de historias. Muchas de ellas terminarán diluyéndose por intrascendentes en un mar de recuerdos donde solo flotan aquellos que nuestra caprichosa memoria decide escoger.
Sin embargo, las primeras páginas de este 2023 adquieren un cariz especial al ser las últimas de un capítulo de mi vida.
Hoy digo adios a la que ha sido mi segunda casa estos útlimos 9 años y, como en toda despedida, la expectación por lo que está por venir se mezcla con la tristeza que acompaña a la partida. Los adioses son siempre complejos, mas si cabe cuando te despides de lo que ya consideras parte del relato de tu vida.
Nueve años dan para tantas cosas que se me antoja una tarea imposible resumirlas en estas pocas líneas. Pero sí me gustaría recordar, dentro de unos años, cuando vuelva a leer estas palabras, que disfruté de una aventura apasionante, que no dejé de aprender, que me frustré en los fracasos, pero que supe encontrar mi lugar. Y, sobre todo, que a lo largo de todo este tiempo, di con personas increíbles, no solo en lo laboral, sino especialmente en lo personal, que tienen parte de la culpa de que hoy sea quien soy.
Igual a muchos estas palabras les resulten vacías, eculcoradas y predecibles, pero sé que el Sergio del futuro comprenderá muy bien su significado.
Hace tiempo alguien me dijo que hay veces que hay que escribir más para uno mismo que para el resto y hoy es, exactamente, de lo que se trata.
El próximo 7 de mayo este blog cumplirá 15 años. Es, casi con total seguridad, de los pocos proyectos que han perdurado en mi vida. Lo ha hecho, en parte, gracias a haberse podido adaptar en cada momento.
Si algo he aprendido durante estos últimos 15 años es que la innegable capacidad de adaptacion que tenemos los seres humanos es un herramienta tan increíble como enormemente infrautilizada.
Buscamos encajar nuestra existencia en moldes que hemos ido considerando válidos sin casi reflexionar y en ese esfuerzo de querer ser quienes no somos nos terminamos perdiendo.
Si hago el ejercicio de leer lo que escribía allá por 2007 me descubro con esa incansable necesidad de cambiar, sumido en la búsqueda de aquello que creía que me haría más feliz.
Ese es parte del legado envenenado de una cultura que pone el foco en el éxito invidivual consagrándolo como una religión y se olvida por completo de lo colectivo.
Una forma de entender la vida basada en lo que podrías tener, en lo que podrías ser y que desprecia lo que tienes y lo que eres.
Devoras tu presente con el ansia de la promesa de un futuro mejor.
Luchando contra gigantes
Decía Isaac Newton que si había podido llegar más lejos que ningún otro hombre era porque estaba subido a hombros de gigantes.
Yo convertí desde bien pequeño a esos gigantes en enemigos. Sin saber muy bien por qué quise luchar contra ellos en lugar de pedirles ayuda para comprender un poco mejor el mundo. Adopté esa frase tan positivista de hacer del fracaso un aprendizaje hasta el extremo: mi fracaso era siempre la excusa por la que podía volver a intentarlo una vez más.
Aún sin entender nada.
Aún sin saber que, irremediablemente, volvería a caer por jugar un partido perdido de antemano.
Allá por 2007 ya escribía acerca de mis miedos, ya miraba con desconfianza la frustración de no sentirme realizado y la convertía en una enfermedad que iba adueñándose de una buena parte de mi vida.
Quince años después, se dice pronto, todavía guardo algunos de esos hábitos: sigo luchando contra fantasmas que yo mismo creé.
El tiempo y la experiencia
Todo en esta vida termina pasando y, aún así, adelante siempre hay más.
Cuando Beckett instaba a fracasar mejor, lo hacía con el pesimismo de quien considera al fracaso el sustrato de la realidad. La vida es un fracaso aderezado de éxitos puntuales.
Lo interesante de su visión no es tanto su derrotismo como su concepción de una realidad alejada del peaje superficial de nuestra generación.
Cuando nos desembarazamos de la rígida dictadura del éxito, cuando nos liberamos de la necesidad de encajar en esa visión simplista de una vida de catálago es, precisamente, cuando empezamos a vivir.
Felices 15
Han sido 15 años llenos de historias, de reformular el objetivo de este blog una y otra vez, de escribir sobre todo aquello que me interesaba. Han sido 15 años de tener la oportunidad de contarme a mi mismo cómo es el proceso de crecer, cuál es mi historia de hacerme mayor.
Por eso me gustaría volver a los orígenes de este sitio y recuperar su esencia como espacio donde almacenar la historia de mi vida y así poder seguir contándomela.
En mi lista de propósitos anual he descubierto que hay dos grandes categorías de objetivos.
Por un lado están los propósitos temporales, las motivaciones que son flor de un día (o de un año), que nacen de circunstancias puntuales, modas, intereses que vienen y luego terminan yéndose. Estos propósitos duran lo que tarda en llegar el momento de volver a pensar en un nuevo año: ahí las circunstancias han cambiado, las modas pasajeras desaparecen, los intereses se redirigen o, sencillamente, dejan de interesar.
En el otro lado de la lista están los propósitos de siempre. Los que me han acompañado toda la vida y que, a pesar de representar en sí mismos la prueba de que «nunca llegaré a cumplirlos», siguen perpetuándose año tras año.
Entrecomillo lo de nunca llegaré a cumplirlos porque ahí está la clave. No se trata tanto de la cantidad de propósitos, ni siquiera de su dificultad aparente. Aquello que hay detrás de mi fracaso a la hora de cumplirlos es mi percepción de qué significa haberlo hecho, de cómo mido un objetivo cumplido.
En una mentalidad tan acostumbrada a un mundo binario como la mía, cuesta definir situaciones intermedias. Y en una realidad tan alejada de contextos polarizados, tan difícil de parametrizar entre el blanco y el negro, existen pocas cosas que puedan etiquetarse de esta forma.
Es en esa relación de complicado encaje donde mis propósitos anuales tratan de existir. Interviniendo en fechas señaladas, como ahora, para recordarme que no he dejado de querer las mismas cosas: saber más, llevar a cabo aquel proyecto que inicié hace dos años, dedicar más tiempo a lo que me apasiona (si alguna vez existió) y, en definitiva, acercarme algo a ese yo ideal que he tenido siempre en mi cabeza.
Este año volveré a hacer esa lista. Volveré a escribir todas esas cosas que me encantaría hacer y que no he sabido o no he podido terminar. Lo hago más por tradición que por su efectividad, que igual que las listas mágicas para cumplir objetivos o los 5 trucos que te harán más feliz, son una especie de Reyes Magos de la psicología. Existen solo de forma ilusoria en nuestra cabeza.
Lo que he aprendido tras todos estos años de propósitos fallidos es que, en su lento discurrir hacia el fracaso, han ido dejando en la cuneta muchos pequeños éxitos. Logros que pasan desapercibidos eclipsados por ese enorme menhir que son los objetivos estáticos, tan ambiguos, tan difíciles de categorizar. Y en cada uno de esos diminutos pasos hacia adelante, en definitiva, es donde me veo avanzando en el propósito más importante de mi vida: intentar cada año ser un poco más feliz.
Lo de cumplir años parece tener ese halo de trascendencia cuando en realidad no es más que un día de los trescientos sesenta y cinco del año.
Las rutinas de siempre. El paseo matutino con Luna. Al menos ya nos hemos quitado de encima la dichosa ola de calor.
Luna. Hace un año no se me hubiera pasado por la cabeza. Ya ni te cuento hace diez.
Si algo tienen los cumpleaños es que te permiten anclar perspectivas: son pequeñas montañas que tomar como referencia para mirar de donde viene uno. Mi camino, visto desde esta última atalaya, ha tenido un sinfín de giros extraños. Extraños por lo inesperado, pero supongo que de eso se trata vivir tu vida.
Hace diez años cumplía veinticinco y tengo ahora la sensación de que por aquel entonces no sabía casi ni atarme los cordones de los zapatos.
Una psicóloga hace tiempo me preguntó aquello tan tópico de dónde me veía dentro de cinco o diez años. Le contesté que casado y con hijos. No sé si lo hice porque era lo que se esperaba que dijese o porque por aquel entonces seguía escribiendo mi futuro en una cuadrícula.
Aún todavía hoy me descubro queriendo encorsetar mis decisiones en una fotografía que nada tiene que ver conmigo.
Benditos veinticinco años, pienso. Tan vacíos de responsabilidades. Como decía el poeta palentino, a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor.
Lo de Jorge Manrique con el tiempo pasado tiene parte de verdad y parte de drama innecesario. La diferencia entre pasado, presente y futuro es más una sensación que una pérdida real.
Cambiamos con el paso de los años. Pero no tanto como creemos, ni tanto como nos gustaría.
Cambiamos porque nuestras circunstancias cambian. No hay cuadrícula que valga. Te das cuenta en días como este, donde los planes no son los mismos, ni las personas que te acompañan, ni la rutina con la que buscamos controlar nuestro tiempo. Difícilmente hace diez años podría haber imaginado mi vida hoy.
Sacas a pasear a un perro que te dijiste que jamás tendrías, envías a 1500 km de distancia un mensaje que te dijiste que jamás enviarías. Ahora ya no haces planes a cinco o diez años y miras al futuro con menos inocencia, pero quizá con más seguridad en ti mismo.
De eso va lo de cumplir años. No es más que tiempo que pasa. Números en un calendario a los que a veces adjuntas recuerdos.
Se agotan las últimas horas de este año y, como viene siendo costumbre, es momento de hacer balance de lo que ha sido este 2016 en líneas generales.
Este año tengo la sensación de que ha pasado volando y que, en poco más de un suspiro, me vuelvo a encontrar frente a la lista de propósitos de año nuevo. Pero, en realidad, como todos los años, 2016 ha sido un año plagado de miles de momentos: algunos buenos, otros quizá no tanto y otros maravillosamente geniales. Al final, la vida se trata de esto: caminamos por un sendero desconocido, en un atardecer sin fin, acompañados por distintas personas. Y a cada paso que damos, nuestros acompañantes, nuestras circunstancias, las piedras en el camino, las sorpresas inesperadas, todo, conforma el resultado de lo que somos hoy. ¿Quién sabe que nuevas aventuras nos traerá el año que comienza? Ahí, creo yo, que radica la verdadera belleza de la vida: lo que está por venir es una película nueva por estrenar.
Y aún así, lo importante se reduce siempre a lo mismo: parar por un instante, mirar a nuestro alrededor, respirar profundamente y saborear los millones de sabores que la vida nos ofrece.
Mis libros
Durante este año me he quedado bastante lejos del objetivo de 30 libros que me había propuesto. Sin embargo, aquí van los 5 mejores libros que me he leído:
El fin de la eternidad – Isaac Asimov
Dune – Frank Herbert
A sangre y fuego – Manuel Chaves Nogales
El enigma de Fermat – Simon Singh
Yo antes de ti – Jojo Moyes
Ganador indiscutible la obra, desconocida para mi, de Isaac Asimov. Fue un auténtico descubrimiento y pasé rápidamente de la sorpresa inicial a un verdadero disfrute al leer la novela. Os la recomendaría un millón de veces más.
Mis películas
También ha habido mucho cine que disfrutar durante este año que termina. En cuanto a cine mis películas favoritas de 2016:
Arrival
La habitación
Star Wars: Rogue One
La gran apuesta
Antes de ti
La llegada (Arrival) ha sido, sin ningún género de dudas, la película de este año. La suma casi perfecta de ciencia ficción, psicología e intriga con un final revienta-cerebros la elevan al número uno de mis favoritas este 2016.
Mis canciones
Aquí voy a hacer un poco de trampa. Ya que mi querido estomagante me lo está pidiendo, aquí van las 5 canciones que más he escuchado este 2016 en Spotify
Esperança – Txarango
Nothihg Left – Kygo
Duele el corazón – Enrique Iglesias feat. Wisin
Music de carrer – Txarango
Roma – Bangkok – Baby K
Creo que muestra casi a la perfección (tal vez cambiaría la 5) lo que este año me ha acompañado como banda sonora. Esperança fue un descubrimiento que, hoy todavía, me arranca una sonrisa al escucharla. «Som un riu que sempre avança».
Lo que espero de 2017
Cuando nos encontramos ante una página en blanco que escribir, muchas veces nos vemos ante dos sensaciones fuertemente enfrentadas: por un lado, un arranque casi visceral que nos empuja a ponernos a escribir sin ni siquiera pensar. Por otro, una amalgama de dudas, que nacen de nuestro interior más profundo, que nos frenan y nos hacen vacilar.
La clave está, como en casi todas las cosas de la vida, en encontrar el punto medio: en pararse durante un instante a reflexionar, pero tampoco demasiado. Que la vida son dos días y más vale usar el corrector que dejar la página sin escribir.
Así, a este 2017 le pido un poco más de lo mismo: que me traiga momentos felices, que los riegue con las sonrisas de la gente que quiero y que me quiere y que las lágrimas que derrame y la tristeza que las acompañe, sean amortiguadas por los abrazos de las personas especiales que han decidido acompañarme. En definitiva, que la vida siga siendo vida y la vivamos y la sintamos nuestra.
Mis propósitos para 2017
Y, para terminar, aquí mi lista de 5 propósitos para este 2017 que empieza:
Ser constante en mis objetivos. Sacar tiempo y dedicación cada día para ir alcanzando todas y cada una de las metas que me he propuesto. Parecerá que no es un objetivo definido, pero créedme, hoy más que nunca tengo claro que este es el más importante de todos.
Leer, escribir, viajar, jugar y reirme. Disfrutar de mi tiempo libre.
Por enésima vez, que el piano sea una fuente de desconexión.
Meditar.
Disfrutar mucho de todas las cosas que estoy haciendo y ponerlas en valor cada vez que consiga dar un paso ahcia adelante.
Por un 2017 plagado de momentos geniales y de sonrisas eternas.
Hace unos días, cosas de pasearse un sábado por la mañana por el centro de Valencia y sus librerías, terminé leyendo el libro de Marie Kondo: La magia del orden.
En él, la escritora/asesora japonesa nos expone su método, el método Konmari, para organizar nuestro entorno.
Su sistema se basa, principalmente, en eliminar todo aquello por lo que no sintamos una verdadera relación de necesidad o de conexión. Aunque pueda parecer un poco alternativa la idea, se trata de un concepto que bien explicado tiene mucho sentido.
Así, Kondo nos propone una interesante idea centrada en el objetivo de reducir al máximo el número de cosas que almacenamos. Junto con otros pequeños trucos de organización, su propuesta fundamental pasa por ordenar todo de una vez, y sólo mantener con nosotros aquellos objetos por los que se nos despierte algo al tenerlos entre las manos.
Qué he aprendido
Pese a lo peculiar del planteamiento, durante estos días de organización global me he dado cuenta de la cantidad increíble de objetos que mantenemos con nosotros excusándonos en el por si acaso o en el me sabe mal tirarlo, está nuevo. Aplicando el método konmari, me he deshecho (y no es coña) de más de 8 bolsas de basura llenas de ropa y de otras tantas de objetos innecesarios y papeleo redundante.
Aprender a eliminar de nuestra vida aquello verdaderamente superfluo, que no aporta nada, y que sólo coge polvo, ha resultado ser una actividad reveladora que me ha permitido aplicarla, no sólo a cosas tan sencillas como la ropa, sino a otros elementos tanto físicos como mentales de carácter más emocional.
Lo positivo del método
Fundamentalmente su sencillez. Hablamos de un método que se aplica sin que se requiera nada especial, salvo tiempo.
Su universalidad. Vale tanto para la cocina como para el baño. Para nuestra vida en casa como en el trabajo. Para nuestros papeles de estudio como para el correo electrónico.
Su vertiente psicológica. Hay un componente fundamental en el proceso que tiene mucho más que ver con nuestra mente que con nuestro entorno físico. Cuando nos decidimos por tirar algo, en algunas ocasiones, liberamos de nuestra mochila vital el peso de ese objeto y su historia. Es un ejercicio de purificación y «reseteo» de la mente muy positivo.
El resultado final. Una vez llegamos al punto en el que tenemos todo nuestro alrededor organizado y limpio, nuestra vida, nuestra rutina, recibe un soplo de aire fresco que nos carga de energía positiva desde buena mañana.
Lo negativo del método
Se trata de un método costoso. Aunque, aparentemente, parece sencillo, limpiar y organizar toda la casa lleva mucho tiempo y mucha energía. Hablamos de un esfuerzo físico importante que nos dejará exhaustos por varios días.
También sufriremos agotamiento mental. Se produce, paralelamente al cansancio físico, un desgaste mental producido por varios aspectos: tenerlo todo desorganizado antes de poder empezar, que el proceso se empiece a eternizar, etc.
Mis recomendaciones
A pesar de que el resultado final es incuestionable y la sensación de estar viviendo en un entorno organizado, limpio y que sigue un criterio claro de orden, es muy positiva; aplicar el Método Konmari cuesta lo suyo. Así que aquí tenéis algunas recomendaciones:
1. Paciencia: es fundamental que os carguéis de paciencia desde el primer día.
2. Todo listo: tened a mano todo lo que vayáis a necesitar, desde los utensilios de limpieza, cajas para organizar, bolsas de basura, etc., hasta el sitio donde ir dejando cada cosa.
3. Youtube: En internet y, especialmente, en Youtube, tenéis miles de vídeos con información acerca de este método, y otros similares, que os van a ser de gran ayuda a la hora de aplicarlo.
Resulta fundamental que se entienda que el verdadero motivo de tener un entorno organizado es que reflejará nuestro interior. Cuanto más limpio, simple y ordenado tengamos nuestra casa, tanto así tendremos nuestra cabecita.
Otro año más nos deja y con él, escritos en nuestra memoria, miles de recuerdos, millones de momentos, cientos de historias que recordar y que olvidar.
Este 2015 se marcha y es momento, en su último suspiro, de reflexionar con la óptica ventajista que da la retrospectiva acerca de aquello que hicimos bien y también acerca de aquello que hubiéramos hecho de forma distinta. De sentirnos orgullosos de nuestros aciertos y de nuestros errores. De mirar al futuro con la ilusión de lo que está por venir.
Los propósitos de 2015
Como ya hiciera otros años, hoy me toca repasar la lista de cosas que me dije que traería consigo este año y enfrentarme a la realidad.
Un año después:
Obtener el CCDA y el CCDP (Esto ya lo dije para 2013, imagina…) Casi conseguido Pues mira que este año se ha cumplido a medias. Me he sacado el CCDP (aunque para obtener la titulación completa necesitaría el CCDA).
Escribir un post al día. No conseguido. No sé si ponerme reír o a llorar.
Leer 30 libros. No conseguido. No sé si ponerme reír o a llorar. Pero más fuerte.
Meditar 1 vez al día No conseguido. No hay manera.
Obtener el Practitioner de PRINCE2 ¡Conseguido! Una certificación más 🙂
Practicar piano al menos 3 veces por semana. No conseguido Y eso que en algunos momentos lo he intentado.
Aprender a dibujar No conseguido
Dar forma a los tres proyectos que rondan mi cabecita loca. No conseguido
Plantar una flor, que florezca y se mantenga radiante. Casi conseguido. Está en proceso.
Así que analizando los resultados así por encima parece que he completado un 30% de mis objetivos para este 2015 lo cual, en realidad, no está nada mal. Junto con ellos, otros objetivos que fueron apareciendo por el camino han terminado siendo una realidad este 2015.
Lo cierto es que si me centro en el objetivo real, el que de verdad me impuse hace ya un año, 2015 ha sido un éxito. Me repetí hasta la saciedad que lo importante era disfrutar del camino, de las personas que decidieran compartirlo conmigo, atesorar esos momentos y aprender con ellos a saborear cada paso, cada giro imprevisto, cada novedad inesperada. En eso puedo estar seguro que he cumplido. Si miro hacia atrás, este 2015 ha traído con él personas geniales que han pasado a formar parte de mi vida, de mi día a día. Personas que se han sumado a otras muchas que ya estaban y sin las cuales yo no sería yo. Todos, los nuevos y los no tan nuevos, son los verdaderos culpables de que el resumen de mi 2015 lo represente una sonrisa que a veces se ha convertido en carcajada.
Lo que espero de este 2016
Como al final esto se trata de plantearme objetivos para el 2016, aprovecharé para dejar escrito cuál es mi principal objetivo para este año que entra. Durante este último año he caído en la cuenta de lo importante que es el tiempo. Aprender a administrarlo dedicándoselo a las cosas, a las personas, a los momentos que de verdad te hacen crecer, que de verdad te hacen sonreír, es mi gran reto para este 2016.
Y por último, pero no menos importante, la lista de 2016, a la que me tendré que enfrentar en un año:
Sacarme segundo de carrera limpio. Ya que estamos, por pedir que no quede.
Hacer muchas fotos. Tantas que tenga que llenar las paredes de mi casa de recuerdos.
Escribir, crear. Ya me da igual cuantos posts, cuantos podcasts, simplemente quiero hacerlo por el mero hecho de disfrutar de algo que me apasiona.
Meditar. Dicen que a la tercera va la vencida. Este es el año.
Aprender. Aprender mil cosas nuevas: matemáticas, programación, redes, desarrollo, gestión de proyectos…
Crear un laboratorio. Siempre he tenido el deseo de montarme algo en casa para hacer pruebas. Este año lo hago sí o sí.
Mi querido piano. Ahora ya no hay excusa, este año toca tocar, sin parar.
Ese pequeño gran proyecto. Ya no son tres sino uno. Uno que cada día que pasa se va haciendo más grande.
Mantener viva a esa flor. Si 2015 fue el año en el que se plantaron las semillas y comenzaron a germinar, 2016 ha de ser el año en que florezca.
Sólo me queda desearos que este 2016 venga cargado de miles de nuevas historias, cientos de momentos, decenas de nuevas personas con las que seguir dando pasos en este camino sin principio ni final. Entre ellas espero estar yo, disfrutando de cada paso con vosotros.
Porque al final:
Quizá todo es estar juntos sólo un rato; ya sea una noche, un año o toda la vida.
Es un hecho que llevo demasiado tiempo dándole vueltas a cómo enfocar el blog, qué es lo que al resto del mundo puede interesarle.
Me he pasado demasiado tiempo analizando, planificando y reflexionando acerca de eso sin entender que lo básico, lo fundamental, lo que convierte a un blog en una herramienta de comunicación maravillosa es que sencillamente me tengo que decidir a escribir lo que a mi me apetezca.
Y eso es lo que voy a intentar hacer a partir de ahora.
Sin presiones, sin complicaciones, sin grandiosos temas que tratar obligatoriamente.
Sencillamente dando rienda suelta a aquellos temas que me importan, que me parezcan curiosos, interesantes o ni siquiera eso.
Hace unos días tuve la inmensa suerte de reencontrarme con mi infancia.
No es fácil, ya os lo digo.
Es como un golpe de realidad. De repente caes en la cuenta de que hace un tiempo los límites de un pequeño pueblecito de una sierra perdida eran los límites de un mundo infinito.
Ves en esas caras familiares el paso inexorable del tiempo. Son ellos, los mismos que hace tanto tiempo que te niegas a calcularlo, corrían detrás de ti mientras intentabas esconderte en el hueco entre dos casas de piedra.
Dejamos por un momento nuestras vidas, ya tan distintas, y nos juntamos entorno a una paella. Una estupenda paella hecha por un tío de Segovia usando tomate frito y cebolla. Así somos nosotros.
Y entre las risas, las historias, los momentos recordados, te das cuenta del cambio, de que la imagen, aunque parecida ya no es la misma.
Alguien cambió los «¿y a tí cuántas te han caído?» por «¿y tú dónde trabajas?». Ahora las bicicletas, aquellas maravillosas bicicletas que te llevaban al pueblo de al lado, allá en la lejanía, para poder comprar golosinas, aguardan cogiendo polvo en las grandes naves mientras que somos nosotros los que conducimos coches.
Nos reunimos donde antaño se reunían nuestros abuelos para jugar la partida. Recuerdo con esa mezcla de nostalgia y alegría cómo para nosotros se trataba de un evento casi mágico. Y allí estábamos nosotros, de sobremesa, hablando sobre política, sobre el trabajo, sobre los problemas perennes del ser humano, como lo hacían ellos mientras se jugaban jarras de vino a una mano de truque.
La vida entonces parecía sencilla y al abrigo de un techo plagado de estrellas imaginábamos lo que haríamos «cuando fuésemos mayores».
La única botella que conocíamos era la que colocábamos en el centro de la plaza y que, bendita ironía, había que golpear lo más lejos que pudiéramos para salvarnos.
Nuestra mayor preocupación era a quién le tocaría ponerse de portero o quien tendría que pagar esa noche al jugar al rescate.
Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar. Eso decía el genio Machado. Y ese momento de retorno pasó pero dejó en mi el poso de una realidad dulce.
Muchas veces no somos conscientes de la lenta erosión del tiempo. De las risas que ya forman parte del pasado, de las miradas que nunca volverán a posarse en nuestros ojos. Y en esas sucede un día como aquel sábado en medio de Agosto y te reúnes con gente que te recuerda que, a pesar de todo, siguen ahí. Perdidas en el día a día de un ingeniero, de un químico o de un policía nacional, tal vez escondidas en las grietas de la rutina que nos trajo el hacernos mayores.
Pero todavía nos quedan risas de esas que eran risas de verdad.
Hace unos cuantos meses decidí tomar una decisión extraña. Digo extraña porque en principio se apartaba un poco de lo que normalmente se espera que uno haga: decidí volver a matricularme en la universidad y, además, hacerlo en un área que poco o nada tenía que ver con la actividad profesional que desarrollo.
Se trataba de algo personal, algo conmigo mismo, sin nadie más involucrado. Una especie de autocompromiso
Lo complicado de este tipo de compromisos es que no tienes a nadie que alcance a entender por completo el por qué de ellos. Es difícil de comprender la razón que hay detrás de emplear tu tiempo libre, el que ya honradamente te ganas dedicando más de 8 horas de tu vida diaria, en seguir esforzándote en un objetivo distinto, alejado de lo que normalmente haces, alejado incluso de lo que se presupone que debería gustarte.
Ha habido gente que se ha cuestionado los motivos, que incluso ha pensado que eran más locura transitoria que verdadero compromiso con uno mismo. También los ha habido que han llegado a ridiculizar, si no menospreciar, lo complejo del desafío. No han logrado entender el verdadero por qué.
Siempre he pensado en la vida como si de una carretera se tratase en la que, pese a sostener el volante del coche, no tienes ni idea de qué dirección puede tomar el camino. Nuestra capacidad de control es tan reducida que hay momentos en los que uno no sabe si va o viene, si se acerca o se aleja, o, en muchos casos, si realmente hay un destino al que dirigirse.
Han pasado ya más de 8 meses desde que tomé esa decisión y he llegado a la primera de las paradas. Echando la vista atrás he disfrutado como un enano de esta experiencia que me ha llevado a terminar con éxito el primer curso del Grado en Psicología a través de la UNED. Ha sido un viaje excitante, un viaje de descubrimiento interior, de cambios, de enfoques distintos.
Por primera vez en mi vida he encontrado que la verdadera motivación, la que funciona, al menos la que me funciona a mí, es la que he establecido conmigo mismo, delimitando mis metas con la única recompensa de mi propia satisfacción y entendiendo que la magia está en saborear cada paso del camino.
This website uses cookies to improve your experience. We'll assume you're ok with this, but you can opt-out if you wish.AcceptRejectRead More
Privacy & Cookies Policy
Privacy Overview
This website uses cookies to improve your experience while you navigate through the website. Out of these, the cookies that are categorized as necessary are stored on your browser as they are essential for the working of basic functionalities of the website. We also use third-party cookies that help us analyze and understand how you use this website. These cookies will be stored in your browser only with your consent. You also have the option to opt-out of these cookies. But opting out of some of these cookies may affect your browsing experience.
Necessary cookies are absolutely essential for the website to function properly. This category only includes cookies that ensures basic functionalities and security features of the website. These cookies do not store any personal information.
Any cookies that may not be particularly necessary for the website to function and is used specifically to collect user personal data via analytics, ads, other embedded contents are termed as non-necessary cookies. It is mandatory to procure user consent prior to running these cookies on your website.