Lo que sucedió ayer en el estadio de Maracaná en Brasil fue la crónica exacta de una muerte que lleva mucho tiempo anunciándose.
Anoche, ante los ojos de millones de seguidores, de aficionados e incluso de aquellos que se subieron al carro del fútbol español sólo por sus éxitos, el combinado nacional hizo el ridículo.
Hay que ser sincero y decir las cosas tal y como son: ridículo. Pero más allá de analizar lo que va a pasar a partir de ahora es conveniente pararse a pensar en cómo hemos llegado hasta aquí.
El repetido fin de ciclo
Lo que surgió hace unos años como una especie de broma ante cualquier minicrisis del F.C. Barcelona se ha convertido con el paso de los meses en una triste realidad para el fútbol nacional.
En la Eurocopa de 2008 Luis Aragonés lo cambió todo. Decidió apostar por un núcleo de jugadores con un potencial inimaginable que venían gestando los mimbres de lo que sería el mejor Barça de la historia. Y lo hizo con la firmeza suficiente como para no temblar al dejar fuera de las convocatorias a algunas de las «vacas sagradas» de por aquel entonces.
Esta firmeza, esta visión es la que le hemos echado en falta a Vicente del Bosque.
Una convocatoria, decían algunos, para rendir homenaje a los grandes campeones del Mundo y dos veces de Europa. Pero es que a un Mundial de Fútbol no se va a rendir homenajes: se va a hacer un buen papel y, en el caso de los actuales campeones, a intentar revalidar el título.
Pero volviendo a 2008, si repasamos la alineación: Casillas; Sergio Ramos, Puyol, Marchena, Capdevila; Senna, Iniesta, Xavi, Cesc, Silva; Torres vemos que no difiere demasiado a la que trajo Del Bosque escrita desde España. Y ese es el mayor de los problemas: Que no se ha producido la conveniente renovación y han pasado desde entonces 6 largos años.
El ciclo empezó y terminó con él
Don Xavi Hernández.
Principio y fin.
Lo llevo diciendo durante muchísimo tiempo. Cuando muchos entendidos del fútbol no se explicaban cómo Leo Messi, uno de los mejores jugadores de la historia, no era capaz de rendir al mismo nivel en el Barça y en la selección argentina, yo lo repetía: Xavi, Xavi y mil veces Xavi.
La injusticia futbolística para con él al no haberle brindado uno de los muchos Balones de Oro que se merecía quedará como una mancha imborrable en el ya sospechoso currículum de la FIFA.
Cuando a Xavi se le agotó el fútbol (o dio muestras claras de ello) las alarmas debieron saltar: tanto en el Nou Camp como en la Selección. Nadie hizo nada. El Barça se ha desprendido de quienes se suponían sus herederos (Thiago el año pasado y Cesc éste) y en la selección nunca se ha colocado a nadie de sus características tras él: el experimiento con pepsi-cola de Iniesta-Alonso-Busquets ayer no sirvió de nada.
La complacencia con la que nos hemos ido paseando a lo largo y ancho del mundo asumiendo que sentábamos cátedra con un nuevo modelo de fútbol nos cegó de una realidad que durante este mundial se ha hecho dramáticamente palpable: sin Xavi España ya no es España. O en realidad sí. En realidad vuelve a ser ese conjunto de grandísimos jugadores que juegan en grandes equipos pero que cuando juegan juntos no saben a qué están jugando. Xavi fue el pegamento, fue el catalizador que unió el talento y lo convirtió en la máxima expresión del arte del fútbol.
Pero como todo en esta vida, el tiempo no se puede detener y cada año que pasaba algunos observábamos cómo los pases de Xavi cada vez eran más cortos, más lentos y con más metros de distancia con respecto al área rival.
Una renovación necesaria
Sería injusto, eso sí, hacer reposar sobre los hombros de Xavi toda la responsabilidad de este ridículo y, así mismo, otorgarle a él todo el mérito de los éxitos logrados en los últimos 6 años.
Al lado de él también estuvieron cuatro jugadores de los que tardaremos mucho tiempo en volver a ver sobre un terreno de juego: Iker Casillas, Carles Puyol, Andrés Iniesta y David Villa.
A ellos se les unirían posteriormente los Ramos, Piqué, Alonso y Busquets para convertir a la Selección Española en la diosa del balón controlado.
Las circunstancias así lo quisieron, una generación dorada nos ha dado a los seguidores al fútbol la oportunidad de poder decir dentro de 20 años que nosotros cantamos en directo el gol de Iniesta, que nosotros vimos como el mundo se asombraba ante un juego jamás visto.
Pero las etapas tarde o temprano terminan y ahora es el momento ideal, después de un fracaso de estas proporciones, para que se realicen cambios de calado. Es el tiempo de los valientes, de un nuevo Luis Aragonés al que no le tiemble la mano y despida con un apretón de manos a aquellos que ya no podrán darnos más noches de éxito.
El tiempo de Iker, de David, de Xavi, de Carles y tal vez de algunos más ha pasado.
Pero ante todo: Gracias
Gracias David por convertirte en el verdadero 7 de España, por tu olfato, por tus ganas, por llevarnos en volandas con tus goles a la cima del éxito y por sacar de lo más hondo ese hambre por seguir ganando, seguir marcando.
Gracias Carles por tu entrega, por demostrarle al mundo que la ecuación que une esfuerzo y éxito es correcta en todas las facetas de la vida. Cada gota de sudor que derramaste nos hizo creer en imposibles. Jamás borraremos de nuestra memoria el momento en el que te alzaste al cielo de Puerto Elizabeth en Sudáfrica y asistimos maravillados a la máxima expresión de tu fútbol: corazón, garra y fe ciega. Estás hecho de la pasta de aquellos que graban su nombre en la eternidad.
Gracias Iker por tus milagros. Por dejarnos con la boca abierta cada partido. Por las alas que te han salido mil y una veces para hacer que la balanza siempre se decantase a nuestro favor. Por tu cercanía. Por la sensación de que si te encontrábamos algún día en un bar de pueblo nos tomaríamos unas cañas contigo hablando de lo bien que jugabais a fútbol. Tuyo es el momento en el que paraste nuestros corazones ante Robben en el mano a mano de todos los tiempos, en esa parada imposible. Gracias, capitán, por alzar al cielo de Johanesburgo la dorada copa que colocaba a España, al fin, en el lugar que le correspondía en el Olimpo futbolístico.
Y gracias Xavi. Gracias por sacar de tus botas la revolución que llevó a los equipos donde jugaste a la cima histórica de su juego. Tu has sido el constructor, el cerebro, el creador de un paradigma de este deporte que nos has dejado como legado eterno. Y yo personalmente he podido disfrutarte en la selección y sufrirte en el Barça. Ying y yang. Ese claroscuro que caracterizaba tu juego: jugando en la sombra para dar luz al resto. Tu herencia al fútbol mundial es de un valor inconmensurable y, pese a que los focos hayan estado más pendientes de argentinos o de portugueses en una batalla más comercial que futbolística, nosotros, los que disfrutamos del verdadero fútbol más allá de los colores, te lo agradecemos. Quizá no sea un balón oro, pero creo que hablo en voz de muchos cuando te digo que tal vez sea mejor premio el reconocimiento, el respeto y la admiración que has logrado de todos: hasta de un madridista de cuna como yo.
Lo intentamos. Fracasamos.En Francia 2016 volveremos a intentarlo. Ese es nuestro espíritu.