Que Asimov es un genio de la ciencia ficción es un hecho consumado. Leyendo la Saga de la Fundación alcanzas unos niveles de disfrute que muy pocas obras han sido capaces de igualar. Ha sido de las pocas sagas que me he vuelto a leer por el mero placer de redescubrirla.
Pero me sentía en deuda con Asimov. A pesar de los años, de los libros leídos, del respeto alcanzado, de su repercusión, nunca me había lanzado a leer su saga de los Robots. La razón principal era, en mayor parte, el miedo (irracional como la mayoría de los miedos) a que esta saga no estuviera a la altura.
Ya sabéis, Robots. Es decir, seres de metal creados por el hombre. Capaces de razonar pero de una forma limitada. Es complicado hacer casar la ciencia seria con las marionetas. El anhelo eterno de convertirnos en dioses capaces de crear vida. En el cine y en la literatura hemos tenido infinidad de casos en los que esa mezcla entre matemáticas y Frankenstein ha terminado por ser explosivamente negativa.
Pero era obligatorio así que me decidí el año pasado a comenzar mi periplo por la saga robótica de Asimov.
Los robots del amanecer
Y tras los primeros tres libros donde el ritmo fue creciendo como si de un redoble de tambores se tratase, Asimov escribió esta auténtica joya literaria. Parece que lo tuviera calculado porque tiene todos y cada uno de los elementos que convierten a un libro en una delicia de lectura.
Un protagonista carismático
Elijah Bailey. Terrícola. Rarito pero tan sagaz que a veces te marea de tal forma que no puedes sino quitarte el sombrero con su capacidad deductiva. Pero sobre todo es humano. Muy humano. Lleno de miedos. Lleno de la irracionalidad que el propio hombre parece que será incapaz jamás de reproducir.
Lleva todo el peso de la historia y compartes con él todos y cada uno de los progresos de la narración.
Un acompañante entrañable.
R. Daneel Olivaw. El robot humaniforme. Lo adoras desde hace ya tantas páginas que el hecho de que esté en la historia es sencillamente obligado. Es un robot casi humano. Y por tanto identificable con uno mismo. Pero esta vez no está solo. Giskard le acompaña, un robot común que primero provoca el rechazo de Elijah pero del que terminarás por enamorarte perdidamente. Te lo aseguro.
Una historia apasionante
Como todos los demás relatos de la saga, Los robots del amanecer comienza con un crimen que el Sr. Bailey debe resolver. Para ello pondrá todo su intelecto en hacerlo pues de ello no sólo depende su futuro como policía sino el destino de la Tierra. Durante el progreso de su investigación el lector disfrutará con los distintos diálogos donde se rebaten las hipótesis no sólo de la posible resolución del crimen sino de la propia esencia de la existencia humana tanto en la Tierra como en los llamados Mundos Espaciales.
Un tratado filosófico
Lo que subyace a la historia del crimen, esos largos e interesantes diálogos, hacen recordar en parte a los diálogos del filósofo griego con su discípulos. La llegada de la robótica avanzada a la humanidad no será un elemento más de progreso sino un componente disruptor: nada podrá volver a ser como antes. Y ese viraje en el proceso evolutivo de nuestra raza tiene en Los robots del amanecer un espléndido desarrollo y debate.
¿Serán los robots los que nos lleven a alcanzar las cotas más altas de desarrollo o, por el contrario, serán los culpables de nuestra decadencia como especie?
Esa pregunta es la que deja en el aire de una forma magistral Isaac Asimov durante toda la novela.
Yo, ya lo digo aquí, miro con otros ojos a mi Roomba.
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