El pasado martes por la noche jugaban en el Santiago Bernabéu Real Madrid y Getafe. En juego estaban buena parte de las aspiraciones ligueras del Madrid y eso se tradujo en un partido bronco y con mucha tensión. Ya en el final del partido, una de las internadas hacia el área del Madrid por parte del Getafe culmina con un empujón del defensa central madridista Pepe a el jugador del Getafe Casquero: a priori un penalty tremendamente dudoso más por la constante insistencia de Casquero a dejarse caer que por otra cosa.

El pitido del árbitro suena, en la cabeza de Pepe estalla esa tensión acumulada y pierde los nervios y viendo en el suelo a Casquero le lanza dos patadas sin que ninguna de las dos llegue a impactarle. Una vez visto eso, todos los jugadores del Getafe se lanzan a por él a decirle a saber qué cosas y él, caliente como está reacciona empujando a todo lo que se le viene de frente.

El árbitro, malo hasta la médula, no lo duda y expulsa a Pepe que, una vez que lo tranquilizan levemente sus compañeros se marcha por el túnel de vestuarios no sin antes mentar a las madres del cuarteto arbitral por su nefasta actuación.

Bien, este es un resumen de lo que sucedió. Ni Pepe es Jack el Destripador, ni Casquero una joven inocente a punto de ser violada.

Todo el revuelo mediático que se ha montado entorno a toda esta situación me ha tenido esta semana dándole vueltas al tema.

Pepe no es un jugador violento, no ha tenido nunca un comportamiento fuera de lugar y, entendiendo que perdió los nervios el pasado martes, sencillamente se le impone el castigo que se deba (en este caso 10 partidos de sanción) y el tema zanjado.

¿Zanjado? Parece que no. Muchos piden la cabeza del jugador: que se le rescinda el contrato, que no vuelva a pisar un terreno de juego… Incluso algunos pedían la friolera de 34 partidos de sanción comparándolo con las entradas asesinas de Goikoetxea a Maradona o el pisotón a un árbitro de Stoichkov. (Vamos, lo mismo…)

Mientras, personajes que sí que son violentos, que se dedican a menospreciar el fútbol a base de juego sucio como un tal Daniel Alves, o como muchos otros jugadores de Primera y Segunda, siguen pisando los terrenos de juego sin que ningún árbitro se encargue de decirles que jugar al límite de la legalidad termina por ser ilegal.

Por eso les pido enérgicamente a todos esos hipócritas que se han dedicado a demonizar a Pepe que cuando les suceda algo similar en su propia casa me hagan el favor de pedir que a ese jugador (léase Alves, Albelda o similares), ya no que lo retiren de los terrenos de juego, sino que lo expulsen de la Tierra y lo manden a vivir a Marte.