Después de unos cuantos días de resaca futbolera y con tiempo para poder reflexionar de todo lo que ha sucedido estas dos últimas semanas en Sudáfrica, hoy puedo decir que el domingo por la noche asistí como tantos españoles a un momento dulce de nuestra historia reciente.
Inmersos en una de las peores crisis económicas, con la ciudadanía quebrada entre el paro y los crecientes extremismos nacionalistas, incluyendo el español, el domingo, cuando Iker, San Iker, levantó la copa dorada al viento y la ofreció a todos los españoles, todos, gritamos al unísono.
Fue el grito de la unidad. Del «juntos podemos más». Estos 23 chavales nos han demostrado que la fuerza motriz de esta España, de la España del siglo XXI, alejada de águilas imperiales y morados tricolores se basa en la fuerza de sus ciudadanos y en sus distintos colores: vascos, asturianos, madrileños, valencianos, manchegos, catalanes, andaluces…
Por fin todos pudimos enarbolar nuestra bandera y sentirnos que formábamos parte de un todo. Que daba igual la ideología. Que no importaba si hablabas catalán, euskera o castellano. Que todas las banderas formaban parte de una. Todos eramos un equipo. No ví ninguna tricolor, ninguna estelada, ninguna bandera del águila franquista. Esta es la España moderna.
Y en ese mismo instante, cuando Iker levantaba los 5 kg de oro sólido al viento de Johannesburgo, guardé en mi retina esa imagen de unidad. De todo un país levantándose a la vez. Fue en medio de la euforia del triunfo, cuando pude ver que entre toda la gente que saltaba y gritaba orgullosa estaban sentados, tranquilos y sonriendo, aquellos que la vida en algún momento quiso arrebatarnos. Entendí que ellos también forman parte del éxito. Ellos también les echaron una manita a los valientes 23 héroes. Y ellos también se merecen formar parte de la foto de la victoria.
Las lágrimas de Iker al marcar Iniesta forman parte ya de la historia de España. De nuestra historia.
Tus lágrimas campeón, fueron las de millones y millones de españoles.
Gracias chicos, por hacernos soñar de nuevo.