Cuando vas a ver una película muchos y diferentes pueden ser los motivos que te lleven a hacerlo. En Tesis sobre un homicidio hay sólo uno: Ricardo Darín.
Debe darte igual que la producción venga de la mano de los que crearon ese milagro del cine que es «El Secreto de sus ojos«. Es más, debes obviarlo, porque comparar este experimento de cine de intriga con la obra maestra de Juan José Campanella desmerecería en exceso a la primera.
Tesis sobre un homicidio está lejos de ser una película que se recordará en el tiempo pero eso no es suficiente para que no pueda ser una alternativa válida viendo cómo está últimamente la cartelera. Roberto Bermúdez (Ricardo Darín) es un ex-abogado que ahora ejerce como profesor en la Facultad de Derecho, en medio de una de sus clases se produce en el aparcamiento de ésta un brutal asesinato. No hay sospechosos, no hay pistas, pero Roberto empieza a sospechar de uno de sus alumnos, el enigmático Gonzalo Ruiz (Alberto Ammann), hijo de una antigua íntima amiga de Roberto.
A partir de ese momento un juego de luces y sombras, de realidades y suposiciones sumergen al espectador en una constante duda de lo que es real y lo que no lo es. Pero lo que en realidad hace que la película sea atractiva es que el peso argumental de toda ella recaiga en los hombros de Ricardo Darín. Cada escena, cada imagen, gira entorno a él y responde como lo hace siempre: de forma magistral.
Lo demás a veces resulta hasta superfluo. Darín te seduce con esa mirada como cansada del mundo en el que vive, te lleva a su terreno y te golpea, te hace quererle, te hace dudar de lo que dice, te hace odiarle, te hace desconfiar de todos incluyéndole a él, te susurra con ese acento porteño que todo lo que ves es irreal y todo lo que no ves es cierto.
Luego la película termina y te despiertas de esa ensoñación pensando que, tal vez, el argumento sea demasiado simple, el final demasiado abierto, la construcción demasiado manida, pero por suerte ya es demasiado tarde.
Nota: 6/10