Hay determinados elementos que guardan especial relevancia en la memoria de uno aún sin entender muy bien por qué.
Uno de esos elementos para mí es «El Gran Gatsby«. Recuerdo una cinta VHS en la estantería con el rótulo escrito por mi padre. Creo que era la primera de las adaptaciones, de 1949, en blanco y negro. Recuerdo también el libro, en inglés, haciéndole compañía a «El Guardián entre el centeno» y que aparecía de repente en una de esas veces que me daba por buscar algún libro en la biblioteca. Supongo que sería el tiempo en que mi padre estudiaba Literatura Norteamericana y, desde entonces, ese título, ese nombre, Gatsby, me ha sonado a viejo conocido, aún sin conocerlo.
Con la nueva adaptación cinematográfica de la novela de Scott Fitzgerald a cargo de Baz Luhrman tuve la excusa perfecta para sumergirme en el mundo de Jay Gatsby y lo que descubrí me gustó. Pero empecemos por el principio.
La historia
El Gran Gatsby (The Great Gatsby, F. Scott Fitzgerald, 1925) es un retrato de la opulencia económica de los años 20 en la costa este de los EE.UU. La bolsa había comenzado a dar sus frutos e ingentes cantidades de soñadores llegaban a Wall Street buscando fortuna. Entre ellos un joven e inocente Nick Carraway, el narrador de la historia. Se trata de un momento de convivencia entre las clases altas de la aristocracia americana y los nuevos ricos. Es además la época de la «Ley Seca». Una etapa de desenfreno, de ríos de alcohol fabricado en algún garaje y de libertinaje.
Jay Gatsby es un hombre hecho a sí mismo que aparece de la nada en el firmamento neoyorkino. Nadie conoce su pasado, nadie entiende más allá de lo que la fachada de su imponente mansión muestra, pero da lo mismo: ofrece las mejores fiestas fin de semana tras fin de semana y eso, en los años 20, es lo que importa.
Sin embargo por azares del destino un joven corredor de bolsa, nuestro narrador, Nick Carraway, comienza a vivir en una pequeña y destartalada casita que linda con la mansión de Gatsby. A partir de ahí dará comienzo una amistad que durará el resto de sus vidas.
Una historia de amor, de traición, de anhelos y de recuerdos de un pasado que jamás volverá son las notas musicales de esta melodía con ritmo de Jazz
La novela
Lo primero que hice, obviamente, fue leerme la novela.
Se trata de una novela intensa, corta pero completa y que no te deja indiferente al terminarla. A veces resulta inconexa y desconcertante, otras veces profunda, en algunos momentos adolece de cierta pausa pero que recupera con partes de un ritmo condenadamente endiablado.
Y es que más allá del amor y la traición, hay dos sensaciones que quedan como flotando en el aire justo en instante en el que terminas la novela: por un lado lo efímero de la fama, del dinero y del poder, elementos vacíos por ellos mismos que se desvanecen en el aire al menor giro inesperado de los acontecimientos, por otro, la tendencia tan humana a aferrarnos a un pasado que no existe pero que hemos idealizado hasta tal punto en nuestro interior que somos capaces de luchar contra imposibles por él.
Primera película: El Gran Gatsby (1974) – Jack Clayton
Con la novela ya terminada lo siguiente fue ver una de las adaptaciones cinematográficas. En esta película, rodada en 1974 y protagonizada por dos miuras del celuloide: Robert Redford y Mía Farrow, partía con la desventaja de que soy carne de 1080p y las películas previas a los 80 (y algunas de esta década también) me cuesta mucho digerirlas.
No obstante, como adaptación pasa con nota la prueba. Se ciñe con bastante soltura a la novela de Fitzgerald y la elección del casting es bastante acertada.
Como película sin embargo, se queda bastante corta. Es plana, en muchos momentos hasta aburrida, el hilo conductor a veces resulta atropellado, saltándose momentos que son importantes para luego extenderse hasta el tedio en otras escenas de menor relevancia para la historia.
Al joven Redford, más ahora mirándolo con la perspectiva de Dicaprio, no le encaja el papel de Gatsby. Es un galán, de eso no hay duda, pero de esa mezcla de inocencia con despiadada sed de poder no hay ni rastro. No transmite esa lucha interior que sufre Gatsby a lo largo de su triste historia ni su mirada nos cuenta la melancolía de los días que ya no volverán.
Mía Farrow, en cambio, hace un papel decente. Tampoco es que el papel de la vacía Daisy Buchanan requiera un esfuerzo artístico considerable pero representa muy bien esa idiotez regada con el oro de la riqueza.
El resto del elenco también está bien. Especial mención para mí tiene George Wilson (Scott Wilson), el abuelo de The Walking Dead, que encaja casi a la perfección en la imagen de pobre infeliz y desgraciado que interpreta.
Segunda película: El Gran Gatsby (2013) – Baz Luhrmann
Por último le ha tocado el turno a la reciente estrenada versión de Luhrman. Cuando ves en el trailer que este señor ha dirigido «Romeo y Julieta» y «Moulin Rouge» te haces una idea de que lo que vas a ver se desvía de lo convencional.
Y así puede parecer por el juego de fuegos de artificio que usa en la primera parte de la película. Pero se trata de un espejismo. Este sí que es El Gran Gatsby.
Para empezar Leonardo Dicaprio está, como últimamente en todo lo que le da por hacer, inmenso. Borda el papel. Él se cree a Jay Gatsby. A diferencia de Robert Redford, Dicaprio te enseña esa debilidad oculta en casi cada plano, con cada mirada. Sientes la necesidad de creer en su fachada de hombre por encima del bien y del mal pero no te lo terminas de creer del todo. Caes en el encantamiento que se construye sin entender por qué y para qué lo hace.
Tobey Maguire hace de Nick Carraway, el narrador y espectador de toda la acción, y no destaca especialmente, ni para bien ni para mal. Quizá alguien debería decirle que hay determinadas muecas que son innecesarias, pero no estorban en exceso, aunque para mi a ese actor el papel de Peter Parker le ha marcado demasiado.
Joe Edgerton interpreta al marido de Daisy, Tom Buchanan y es otro acierto enorme en la elección y posterior caracterización: es el vivo retrato del Buchanan de Fitzgerald.
Carey Mulligan fue la escogida para hacer de Daisy y, al igual que Mia Farrow, cumple. Y sé que cumple porque al acabar la película tengo la misma sensación, que no desvelaré, hacia ella que cuando terminé la novela.
Mucho se ha criticado a la película por la especial escenografía que le ha impreso Luhrmann, pero obviando lo innecesario de usar música rap en una historia ambientada en los años 20 y algunas escenas más propias del próximo videoclip de Rihanna que de una fiesta alocada a ritmo de Jazz, la realidad es que a mí me ha transmitido perfectamente esa idea del derroche desenfrenado que se vivió en esa época y que se terminó de golpe con la caída del 29. El montaje además, hace que la película no pierda ritmo donde su antecesora lo hace estrepitosamente.
Lo reconozco, me ha gustado bastante.
Lo mejor: Leonardo Dicaprio.
Lo peor: Alguna de las canciones de su banda sonora.
Nota: 8/10
Y una cosa más: Lana del Rey en la banda sonora. Pura magia.
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