Propósitos para 2026

Propósitos para 2026

Quedan pocos días (quizá para cuando publique esto sean horas), para que termine 2025.

Si hiciera el ejercicio que he hecho otros años de revisar el año en cifras, este año no ha sido, precisamente, un año prolífico en series vistas o novelas leídas. Tampoco lo ha sido en grandes proyectos de desarrollo y mucho menos en publicaciones en este espacio, que quedó más en silencio de lo habitual.

Fue generoso, eso sí, en noches en vela, en número de pañales usados o en veces de estar pendientes de todo lo que rodea a ese terremoto vital que es Mateo.

Ha sido un tiempo de aterrizajes en una vida completamente diferente. Y en ese proceso de adaptación necesario, intentar no soltar al Sergio que era antes de todo esto ha sido complicado.

Todo es cuestion de tiempo, al menos eso repiten los más sabios en esto de la vida, y quiero pensar que así es. Que este 2026 tendrá algo de reconexión con quien era antes de que mi vida cambiase por completo.

Y en esa reconexión hoy me embarco de nuevo en uno de mis pasatiempos preferidos todos los 31 de diciembre.

El repaso de los úlimos 365 días ha sido breve aunque, para mi sorpresa, he de reconocer que algunas joyitas han terminado apareciendo.

Si tuviera que definir este 2025 en novelas me quedo con dos:

La parábola del sembrador, de Gloria Steinem, que en pocas palabras diría que es una novela distópica como todas las novelas distópicas han querido ser.

Por otro, la saga de Elena Ferrante: Dos Amigas

Atrapante, deliciosamente escrita y con un desarrollo de personajes que te deja con la sensación de haber vivido sus vidas. Un obligatorio en cualquier lista de futuras lecturas.

De series y películas, en cambio, ando bastante más justo. El tiempo libre ha sido escaso y otros proyectos me han consumido el poco disponible que tenía.

Sí que tengo que decir que retomé el anime y el manga y hasta incluso me permití el lujo de volver a encender la PS5: uno puede estar cansado, pero hay unos mínimos que se deben exigir. Aún queda esperanza.

Propósitos para 2026

Este último año por no tener, no tuvo ni lista de propósitos. O sí que tuvo uno: sobrevivir.

Y sobrevivir, que parece poco, a veces lo es todo.

Ahora que la tormenta se disipa y el mar baja un punto la voz, es momento para preguntarme qué le pido a este 2026.

Más allá de lo obvio, que es salud. Porque sin eso no hay épica, ni rutina, ni nada que merezca la pena ser contado, el resto de la lista está llena de «deberías».

Es una palabra fea, autoritaria.

Dicen los psicólogos, y probablemente sea de lo poco en lo que suelen acertar siempre, que hay que desterrar los deberías, que no ayudan sino que pesan. Así que he decidido rebautizarlos como «me gustaría», una forma elegante de engañarme a mi mismo.

Me gustaría, pues, volver a encontrar esos momentos para volcar mis pensamientos en este rincón que ya forma parte de mí.

Me gustaría seguir perdiéndome en lecturas atrapantes, en películas cautivadoras, en mundos inconcebibles, en personajes que marcan para siempre.

Me gustaría, aunque este, me temo, amenaza con convertirse en un debería, ser más organizado. No en busca de ideales inalcanzables, sino de un poco de aire limpio en mi vida. Ordenar mi tiempo, mis prioridades, mis días. Porque solo desde un terreno firme y claro puedo permitirme el lujo de aspirar a llegar un poco más lejos.

Me gustaría permitirme pausas verdaderas, no solo para descansar, sino para sentir, respirar y reconectar con lo que realmente importa.

Me gustaría seguir construyendo proyectos, aunque sean pequeños, que me hagan sentir capaz, creativo y dueño de mi tiempo, sin dejarme aplastar por la urgencia del día a día.

Y, por último, me gustaría aprender a aceptar los días torcidos, los errores y los silencios, la incertidumbre, sin que mi cabeza se convierta en un campo de batalla: encontrar en la calma una forma de avanzar sin ruido.

Al final, estos «me gustaría» pretenden ser más pequeñas brújulas que promesas. Señales que me recuerden hacia dónde quiero caminar.

Encontrarme con el Sergio de antaño mientras miro a Mateo dormir, sintiendo que cada pañal, cada noche en vela, cada uno de sus diminutos gestos, son hilos que tejen nuestro futuro como familia.

La familia, con sus risas, sus miedos y sus silencios, razón de mis pasos y medida de mis aspiraciones.

Aprender a navegar entre lo que puedo controlar y lo que debo dejar ir, entre lo que está, lo que estuvo y lo que estará, para construir esta nueva versión de mi mismo, en la que ser feliz no sea un deber, sino un descubrimiento cotidiano.

¡A por el 2026!

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