Quizá con el ajetreo de todos los días, con las prisas por llegar a todo, no reparamos en la fragilidad que nos rodea. Pero de repente suceden cosas, aparecen en las noticias, o quizá nos toca de mucho más cerca, y entonces despertamos de ese ensoñamiento y reparamos en ese inestable equilibrio, en esa delgada línea que separa el orden del caos.

Tal vez sea un enajenado mental que decide consternar al mundo con sus atroces actos. Tal vez una cantante con tanto potencial en su voz como en su capacidad de autodestrucción. Tal vez un vecino, querido, con el que no hace mucho te intercambiabas saludos.

Todas esas cosas suceden, de repente, sin aviso, y te muestran de forma muy realista que la vida sólo la componen los momentos que decides vivir, que decides saborear de verdad.

Y que a veces es conveniente parar y darse cuenta de todo lo que se tiene,

de dónde estás

y de a dónde vás.