Hoy he podido visualizar el programa de Salvados que se dedicó íntegramente al asunto del posible rescate a la economía española.

Un programa muy completo, con mucha información interesante pero que ha despertado en mí algo distinto en un momento determinado. 

Jordi Évole le pregunta a un tendero de un mercado griego por la percepción de que, pese a que la situación griega se encuentra en un estado terriblemente crítico, parece que no es tan desesperada por lo que se ve en el día a día.

El tendero le responde: «El ADN del sur, somos pueblos mediterráneos con dignidad. La gente no baja la cabeza.»

Estoy harto, harto de escuchar que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, harto de escuchar que los países o las regiones del sur somos unos vagos, la cuna de la improductividad, una fábrica de Paro y gasto público.

Y este argumento no sólo es usado por algunos altivos alemanes que se creen dueños y señores de toda verdad económica, sino también por aquellos nacionalistas que enarbolan su ilusión paranoide de que sin España serían el motor económico del mundo.

Me encantaría de una vez por todas demostrarle a esa gente que somos la cuna de la democracia, en el Mediterráneo nació el mayor imperio europeo, en el Mediterráneo se forjó la cultura occidental y se sentaron las bases de los avances que han venido y están por venir.

En estos países del sur, donde la vida es infinitamente mejor, donde nos deberíamos sentir orgullosos de nuestra historia, es donde todos y cada uno debemos unirnos ahora más que nunca y demostrar al mundo lo que somos. Coger a esos cuatro (o 100) desgraciados que se han creído más listos que el resto y se han dedicado a llenarse los bolsillos a nuestra costa y explicarles por qué no van a poder seguir haciéndolo cuando estén en la cárcel.

Basta ya, olvidémonos de ese Madrid – Barça de la política, se acabó pensar que ese enorme monstruo endogámico de dos caras que se apoltrona en lo que a nuestros abuelos les costo sudor y sangre construir va a mover un dedo por nosotros. Es el cáncer de nuestra sociedad, y como tal debe ser erradicado. Se acabó el tiempo del lame culos, del enchufado, del listo que defrauda, del que sólo busca aparentar, del ignorante, del analfabeto que se cree alguien, del mentiroso, del vago, del maleante. Una nueva era es posible si seguimos confiando en nuestro ADN, en nuestra dignidad como personas.

Yo, después de todo, no he perdido la esperanza. ¿Tú ya te has rendido?