Las emociones juegan un papel nuclear en nuestra capacidad de recordar.
Esto explica por qué un olor, una canción, o cualquier otro tipo de elemento que nos conecte con una emoción pasada mejora nuestra habilidad para evocar momentos de nuestro pasado.
Los primeros acordes de Cha-la Head Cha-la de Hironobu Kageyama me transportan automáticamente a mis primeros recuerdos. A la felicidad en estado puro al llegar del colegio y dar con el capítulo de Bola de Drac Z sin empezar. Sí, en catalán. Siempre.
Nuestra construcción se cimenta en muchos de esos momentos que, inconscientemente, nos han ido definiendo. No podemos comprender quiénes somos ahora si no hacemos el ejercicio de mirar hacia quienes fuimos por aquel entonces.
Akira Toriyama ha muerto hoy. Y más allá de la tristeza humana por la partida, queda el enorme vacío en su marcha por todo lo que supuso, supone y supondrá su maravillosa obra que hoy queda huérfana. Sus trazos dieron vida a personajes que, además de perdurar en el tiempo, son piezas clave que nos permiten completar y comprender el puzle de nuestra existencia.
Hace unos meses despedíamos al irrepetible Ibáñez, sin cuyas viñetas el olor a periódico las tardes de los domingos no me habría hecho enamorarme de la lectura.
Hoy se ha marchado el culpable de que pasasemos las tardes merendando embobados frente a un barrigudo televisor cuadrado de 14 pulgadas.
Si a Ibáñez le estaré agradecido siempre por haberme dado el placer de amar el mundo del cómic, a Toriyama le debo mi idilio con la animación y la cultura japonesa.
Muchos le debemos, también, nuestro primer contacto con ciertos valores fundamentales de nuestra cultura: la amistad, la familia, el honor o el esfuerzo son temas centrales en todas sus historias. Ideas que sutilmente van dejando el poso de esos puntos comunes entre occidente y oriente. Aquellos lugares donde la humanidad no entiende de fronteras.
Akira Toriyama ha partido hacia ese cielo en el que le espera el Gran Rey Enma. Quien a buen seguro le granjeará el paso hacia el infinito camino de la serpiente.
Estoy convencido de que, desde el minúsculo planeta de Kaíto, observará con orgullo su tremendo legado y sonreirá de agradecimiento al sentir nuestra expresión más sincera de amor por sus irreemplazables historias.
Yasuraka ni nemuru Toriyama-sensei!
Deja una respuesta