Las Supercopas, tanto la europea como la patria, son ese típico trofeo ambiguo: importante para el que los gana, poco relevante para el que los pierde.
En realidad son ese término medio entre trofeo de verano y título oficial que sólo aporta cantidad, que no calidad, a las vitrinas de un equipo.
Total que en estas que estamos a medidados de Agosto y la UEFA (magnánima en su preocupación por el aficionado que se mantiene trabajando al pie del cañón) decide adelantar la Supercopa de Europa.
Cuatro pobres partidillos y seis días de entrenamiento es lo que llevan los jugadores, así que pedir, se puede pedir poco de un partido así.
Pero ayer hubo un pequeño detalle interesante. Más allá del vencedor del trofeo y de que Cristiano iniciara con premura su cuenta anotadora e incluso más importante que las dos o tres paradas antológicas de Iker que según la prensa deportiva salvaron al Madrid del desastre, fue la aparición de un medio centro alemán recién fichado este año: Toni Kroos.
He de reconocerlo, siento especial debilidad por el medio campo: por la creación. Y en estas lides el germano parece desenvolverse con una soltura que hacía tiempo no se veía en las filas merengues. Junto con Modric ayer hicieron un partido redondo. Criterio, pausa, técnica, visión. Todo. Un auténtico desborde de calidad y un placer para el que disfruta viendo buen fútbol.
Si a este chaval le dejan jugar y se asienta en la medular madridista, ojo que este año nos podemos poner las botas. Con una delantera de vértigo (el estado de forma de Bale es algo que roza lo marciano) y con una defensa de garantías (si nos deshacemos a tiempo del «espartano» y Coentrao sigue al nivel hercúleo actual), este Real Madrid pinta francamente bien.
Pero en el fútbol, ya se sabe…