Crítica: Valerian y la ciudad de los mil planetas (2017)

Crítica: Valerian y la ciudad de los mil planetas (2017)

La ciencia ficción es un arma de doble filo especialmente en el cine.

Con la llegada de los efectos especiales, del CGI y de todo lo que les rodea, un buen director de cine, con una buena idea, puede cometer el grave error de cederle el protagonismo a los paisajes hechos por ordenador o a las batallas en tres dimensiones y alejarse de la verdadera esencia del género.

Valerian y la ciudad de los mil planetas adolece probablemente de ese fallo.

Porque, en sí, la idea inicial y el escenario donde se desarrolla la historia son la más maravillosa definición de lo que debería ser una película de ciencia ficción: mundos imposibles, civilizaciones futuras, conceptos que chocan de frente con lo establecido y que empujan al espectador a hacer un ejercicio de interpretación y acomodación de lo que está viendo.

Pero, en seguida, casi sin dejarte saborear esos preciados instantes: el desastre.

Los grandes desaciertos de la película

Primero, por el importante despropósito del cásting: ninguno de los dos protagonistas tiene el más mínimo carisma y su conexión en la pantalla brilla por su ausencia. Segundo por Rihanna. Entiendo que sea un reclamo, puedo aceptar que quiera su minuto de gloria, pero lo de hacerle un videoclip a medida en medio de una película me parece un verdadero disparate.

Sumémosle después, un guión soso, predecible, excesivamente infantil, a ratos soporífero. Y concluyamos con unos personajes desdibujados, como descritos con prisa, sin ganas.

No me negaréis que tenemos los ingredientes fundamentales para cocinar a fuego lento una película prescindible. De las que nos rellenan las tardes de un domingo de agosto.

Una verdadera lástima, si, como decía al principio, partíamos de la base de tener los elementos necesarios para construir una gran historia.

Todavía hay esperanza

Es justo, sin embargo, reconocerle momentos para la esperanza en el género: escenas que sí que son capaces de mover la imaginación del espectador, de llegar incluso a la exclamación. Lamentablemente fueron pocas y aisladas y quedaron diluidas entre tanto metraje accesorio.

Eso la salva del suspenso.

Eso, y su música:

Nota: 5/10

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