Crítica: Stranger Things (2016)

Crítica: Stranger Things (2016)

Resulta tremendamente increíble como una serie, con los ingredientes idóneos, es capaz de teletransportarte directamente a tu más tierna infancia en unos pocos minutos de emisión. Stranger Things, una producción propia de Netflix lo logra de una forma tan increíblemente directa que, aún estando advertido, soprende soberanamente. Ver en pantalla mezclados, en muy poco tiempo, iconos fundamentales del cine de los 80, despierta la conciencia más infantil de cualquiera

Argumento

Grandes ideas llevadas a cabo con mucha cabeza

Si por algo destaca Stranger Things es sin ningún género de dudas, por su notable factura visual. El cuidado de los detalles, desde una cabecera con el típico grano de las cintas VHS, hasta una ambientación, vestuario e incluso música perfectamente seleccionados, convierten a esta serie, casi sin despeinarse, en una de las series de este 2016.

Lo paranormal como eje conductor

Si a esta maravillosa ambientación ochentera le sumamos una historia que mezcla a partes iguales fantasía y ciencia ficción, tenemos un producto verdaderamente interesante. Hawkings, un pequeño pueblo típico americano, es el escenario donde cuatro geniales niños disfrutan del día a día entre clases y partidas de rol en el garaje. Un buen día, de vuelta a casa, algo sucede. Fijaos si considero interesante la historia que hasta aquí puedo contar para no restarle ni un ápice de tensión a la misma.

Los peros de un guión fantástico

No todo va a ser perfecto, está claro, y, a pesar de lo ya mencionado, Stranger Things adolece de algunas, digamos, lagunas argumentativas, que sin embargo le perdonamos por un conjunto de tanto nivel. Estos peros los podréis reconocer durante la serie al tratarse de lo que normalmente llamamos agujeros en el argumento, hay cosas que no encajan del todo bien y que, tal vez, requerían una explicación más extensa.

Personajes

Si la historia de la que hablamos es increíblemente buena, lo de los cuatro actores elegidos para interpretar a los cuatro niños protagonistas no tiene nombre. El director de casting de esta serie se merece un monumento. Flinn Wolfhard, Caleb McLaughlin, Noah Schnapp y un genialísimo Gaten Matarazzo hacen las delicias de los expectadores, que ven en esta suerte de reboot de la pandilla de Los Goonies un paseo por sus momentos de bollycaos, palomitas y cine a 200 pesetas en aquellos cines de pueblo con su olor característico.

Eso sí, Wynona Ryder ha envejecido mal (aunque a mi personalmente nunca me gustara) y su interpretación, histriónica por momentos, chirría con el resto del elenco.

Su éxito tiene explicación

Resulta que a todos nos gusta la melancolía. Seamos personas más o menos felices, un poquito de aquello de «cualquier tiempo pasado fue mejor» nunca nos viene mal. Netflix lo sabe. Como también sabe que el target al que va dirigido esta serie es, fundamentalmente, aquellos que están alrededor de la treintena y que, por tanto, vivieron de pequeños el boom de películas como E.T. o Los Goonies. Así que cuando a alguien que vivió con ocho o nueve años cómo Elliot volaba en su bicicleta, huyendo de los malos, le plantas una serie en la que el guiño deja de ser una excepción para convertirse en la regla, lo conquistas fácilmente.

A mi, personalmente, me ha enamorado la serie.

Nota: 8/10

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