Hoy al despertar todo seguía en el mismo sitio.
Lo de cumplir años parece tener ese halo de trascendencia cuando en realidad no es más que un día de los trescientos sesenta y cinco del año.
Las rutinas de siempre. El paseo matutino con Luna. Al menos ya nos hemos quitado de encima la dichosa ola de calor.
Luna. Hace un año no se me hubiera pasado por la cabeza. Ya ni te cuento hace diez.
Si algo tienen los cumpleaños es que te permiten anclar perspectivas: son pequeñas montañas que tomar como referencia para mirar de donde viene uno. Mi camino, visto desde esta última atalaya, ha tenido un sinfín de giros extraños. Extraños por lo inesperado, pero supongo que de eso se trata vivir tu vida.
Hace diez años cumplía veinticinco y tengo ahora la sensación de que por aquel entonces no sabía casi ni atarme los cordones de los zapatos.
Una psicóloga hace tiempo me preguntó aquello tan tópico de dónde me veía dentro de cinco o diez años. Le contesté que casado y con hijos. No sé si lo hice porque era lo que se esperaba que dijese o porque por aquel entonces seguía escribiendo mi futuro en una cuadrícula.
Aún todavía hoy me descubro queriendo encorsetar mis decisiones en una fotografía que nada tiene que ver conmigo.
Benditos veinticinco años, pienso. Tan vacíos de responsabilidades. Como decía el poeta palentino, a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor.
Lo de Jorge Manrique con el tiempo pasado tiene parte de verdad y parte de drama innecesario. La diferencia entre pasado, presente y futuro es más una sensación que una pérdida real.
Cambiamos con el paso de los años. Pero no tanto como creemos, ni tanto como nos gustaría.
Cambiamos porque nuestras circunstancias cambian. No hay cuadrícula que valga.
Te das cuenta en días como este, donde los planes no son los mismos, ni las personas que te acompañan, ni la rutina con la que buscamos controlar nuestro tiempo. Difícilmente hace diez años podría haber imaginado mi vida hoy.
Sacas a pasear a un perro que te dijiste que jamás tendrías, envías a 1500 km de distancia un mensaje que te dijiste que jamás enviarías. Ahora ya no haces planes a cinco o diez años y miras al futuro con menos inocencia, pero quizá con más seguridad en ti mismo.
De eso va lo de cumplir años. No es más que tiempo que pasa. Números en un calendario a los que a veces adjuntas recuerdos.
Y yo voy ya por treinta y cinco veranos.
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